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―Lo siento― volvió a susurrar el. Y de verdad tenía el corazón hecho pedazos.

Se sentía peor de lo que nunca se había sentido antes. Destrozado. Le provocaba llorar. Llorar tan fuerte y que los problemas se acabaran por fin. Que todo volviera a ser como antes. Que todo hubiera comenzado de otra forma. Que su historia hubiera sido diferente.

Vegas caminó hacia el.

―Te...― se aclaró la garganta. ―¿Te vas?

―No quería despertarte.

―¿Te vas?― le volvió a preguntar. Directo y sin rodeos.

Pete, respiró entrecortadamente, el nudo en la garganta se le hacía más y más grande. Se había dado cuenta que no había dejado de llorar desde que había llegado a Chiang Mai.

―Sí.

―¿Por qué?― y trató de tocarlo. De poder sentir por medio de su piel lo que sentía en ese mismo instante. ―Pensé que...

―No― interrumpió el. ―Yo tengo que irme Vegas, necesito irme a casa de nuevo― le dijo, esta vez mirándolo a los ojos.

Observó sus ojos ligeramente húmedos.

Acumulando aquellas lágrimas que pronto saldrían. Volteó la mirada. Siempre había odiado que Pete lo viese llorar. Aunque hasta ese momento, ambos se conocían perfectamente.

―¿Vas a regresar...

―Voy a volver con mi familia― le aclaró el. Y entonces él entendió. Entendió que todo estaba siendo pagado ahora. Que aquellas cosas que había hecho en el pasado se pagarían de alguna forma. No una prisión. No una cárcel. No una condena. Si no algo peor que eso.

Renunciar a el. A Pete. A su Pete.

A la única persona que lo había visto llorar. A la única persona que le había confiado sus más íntimos secretos. A el, que lo había llegado a amar tanto.

Renunciar a el, saber que volvería con su familia, saber que encontrará a alguien mejor, alguien diferente y mejor que él, alguien que le dará lo que él no, alguien que lo hará tan feliz que en muy poco tiempo conseguiría que lo olvidase.

Entendió que lo estaba pagando ahora.

―Necesito― Pete se limpió las lágrimas. Vegas había empezado a llorar y ni siquiera lo había notado. ―Pensar, no sé, viajar y tal vez luego, podamos volver a vernos.

―Estás mintiendo― Vegas tragó saliva. Su mandíbula se puso rígida. ―No vas a volver.

―Sí lo haré, Vegas, yo...― lo llamó. Él no quiso mirarle. Apretó los labios y estos empezaron a temblar. ―Mírame...― la mano de Pete le acarició el mentón, volteando su rostro hacia el suyo. Él no tuvo otra opción que mirarlo. ―Solo será un tiempo.

―Dime la verdad― le dijo herido. Como si aquello se tratase de una traición. ―Dime que te quieres deshacer de mí al igual que todos, que también vas a odiarme igual que tod...

Los labios de Pete lo besaron. Vegas calló. Calló por varios segundos mientras Pete se adueñaba de su boca.

Mientras jugaba con él y sentía sus lágrimas junto a sus mejillas.

Sabía que lloraba. Sintió una de sus lágrimas en la comisura de sus labios.

Y él le apretó la cintura, abrazándolo, y lo levanto ligeramente haciendo que los pies de Pete quedaran en el aire. Y no quería perderlo. Y no quería que esto acabara así, que esa historia, su historia, acabara de esa forma.

Pete lo tomó de las mejillas. Lo besó de nuevo. Vegas abrió su boca, y el introdujo su lengua húmeda.

Sus alientos se unieron. Y sus caricias también. Y Vegas entendió que lo de anoche había sido una despedida, entendió por fin que Pete nunca había sido para él, y que el destino, lo había hecho afortunado al ponerlo en su camino.

Lo levanto aún más, los pies de Pete ya ni siquiera rozaban el suelo, ahora estaban tendidos en el aire por la fuerza de Vegas.

―No te vayas― le rogó en un sollozo.

―Será por un tiempo― insistió. Pero no lo sabía. En realidad no lo sabía. Solo quería alejarse de todo. De él. De los problemas. Volver a su vida. Volver a su familia.

―No volverás.

―Lo haré.

―Prométemelo― le besó los labios de nuevo. Y esperó que dijera algo. Que le prometiera que volvería junto a él. Fue entonces cuando la bocina de un taxi se escuchó a las afueras de la casa.

Se limpió las lágrimas y Pete hizo lo mismo. También había llorado mucho estos días.

―Oye...― susurró Vegas, al observar que Pete había tomado su maleta de nuevo, apunto de irse.

Le costaba, todo esto le estaba costando más que ninguna otra cosa en el mundo.

Le rasgaba el alma y el corazón el solo hecho de pensar que encontraría a alguien más.

A alguien que podría besar todos los días. Que podría abrazarlo y tocar su piel justo como él lo hacía.

Tragó saliva. Muchos recuerdos se le vinieron a la cabeza, no podía pedirle que se quedara junto a él, tal vez lo mejor, sería dejarlo ir, que viviera una vida diferente, lejos de problemas y cosas que él vivía continuamente.

Pete le dedicó una bonita sonrisa, llena de lágrimas y melancolía. Todo había terminado. Y esta vez, para siempre. ―Te voy a extrañar.

When you're gone •VegasPete•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora