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―¿No crees que ya te he dado muchas?― los ojos de Pete se inundaron en lágrimas. ―Ya no puedo Vegas.

―No te vayas― apretó los labios, mientras hacía puños las manos. ―Te necesito, te necesito Pete― lo miró a los ojos, el también lo hizo. ―Lo siento― murmuró, ahora con la cabeza gacha. ―No quería decepcionarte más, joder yo, yo no quería perderte mi amor― levantó el rostro, encontrándose con el de Pete.

Pete estuvo apunto de besarlo, de mojar sus labios con los suyos, de mezclarlos con las lágrimas que brotaban ahora de sus ojos, pero en vez de eso, no desistió.

―Tengo que irme― le dijo.

―Escúchame― le rogó Vegas.

―No, te he dicho que esto se acabó.

―No, no por favor― Vegas buscó su mirada, haciendo que el no tuviera más opción que mirarlo. ―Perdóname, no quiero, Pete, no quiero perderte.

Volvió a bajar la cabeza. ¿Antes se había sentido así? No, nunca. Eso explicaba muchas cosas. Era la primera vez que lloraba por amor. Porque le dolía en verdad. Porque sentía que debía desahogar su pena en varias gotas de agua salada que lo harían sentir bien. Porque no había peor castigo que perder a la única persona que no lo había juzgado al conocerlo.

―Te amo― y lloró.

Frente a sus ojos. Las lágrimas cayeron. Sus labios se mojaron al igual que sus mejillas. Su mentón quedó empapado. Su lengua por fin pudo probar el sabor de sus propias lágrimas. Y siguió llorando. Y Pete lloró con él.

―Te amo mi amor― dijo debilitado. Podía morir en ese entonces y no le importaría.

Ahora entendía que su castigo era ese. Que el destino lo había hecho salvarse tantas veces de una prisión o cosas parecidas, porque sabía que algo peor vendría luego. Alguien que lo enamoraría hasta los huesos y que tendría que perder por sus propios actos.

Sintió que moría por dentro. Que se desvanecía sin fuerza alguna. Hasta que de pronto sintió las tibias manos de Pete limpiarle las lágrimas.

Lo besó. Le beso los labios. Las mejillas. La nariz. Y él se dejó besar. Como un bebé. Como un niño que acababan de perdonar, o al menos eso creía.

Pero Pete no dijo palabra alguna. Nada. Solo siguió besándolo hasta llegar a levantarle la camiseta y tocar su marcado abdomen.

Él lo tomó de la cintura. Lo acarició. Abrazándolo de esta y cargándolo ligeramente.

Sentía una oleada de calor que se paseaba por su cuerpo al sentir las manos de Pete sobre su piel, acariciándole, tocándolo como solía hacerlo, lo besó de nuevo.

Llegó hasta el filo de la cama, cerrando la puerta de la habitación con sus pies.

Lo acostó. El lo miró. Observó que Vegas estaba comenzando a excitarse y Pete también. Vegas podía percibirlo. Lo conocía tan bien. De pies a cabeza. Cada centímetro de su cuerpo. Cada olor de su anatomía.

―Te amo― le repitió.

Desnudándolo con facilidad. Pete se dejó hacer. Cerrando los ojos débilmente mientras Vegas lo tocaba. De pies a cabeza. Dejándolo sin ropa para él. Para que pudiera tomarlo como quería. El hizo lo mismo. Disfrutando de cada segundo de aquel magnífico cuerpo

―¿Estás bien?― preguntó Vegas, ya teniéndolo desnudo bajo su cuerpo.

―Sí― susurró por fin. Y no habló más. No habló más porque se pondría a llorar.

Vegas se introdujo en su boca de nuevo, esta vez invadiéndola con su húmeda lengua. Pete se estremeció. Sintió el glande de Vegas rozar su entrada. Apretó los labios.

Vegas la paseó de arriba hacia abajo, produciendo ganas de más, haciéndolo extasiarse al punto de coger su trasero y apretarlas para que pudiera penetrarlo de una vez por todas.

―¿Quieres hacer esto?― le preguntó de nuevo. Y es que lo conocía tanto que podía percibir que algo le sucedía. Que algo no andaba del todo bien.

―Sí― Pete lo tomo del rostro con las manos, le besó la boca tan desesperadamente que hasta el mismo Vegas se sorprendió. ―Hazlo, lo necesito.

Vegas sintió que parte de las cosas volvían a ser como antes.

―También lo necesito― admitió él.

Fijando sus labios sobre el cuello de Pete, los presionó, el soltó un ligero gemido.

―Te necesito a ti junto a mí, siempre, toda la vida― entrelazó una mano con la de el menor.

Le abrazó la espalda con la otra mano, presionando, haciendo que sus torsos se apretaran entre sí, Vegas gimió involuntariamente.

Pete conocía cada cosa que lo hacía enloquecer. Era perfecto.

―Perdóname por no ser la persona indicada para ti― susurró ahora. Pete solo reflejó sus ojos sobre los de él. ―Por ser la persona que más te ama en el mundo.

Vegas le apretó las caderas con las manos. Las bajó llegando a los muslos de sus piernas, las cogió y las abrió ligeramente. Lo observó. Precioso y de él, de pronto, se hundió en Pete haciéndolo gemir repentinamente.

Pete soltó un jadeo. Cerró los ojos con fuerza. Y aunque todo parecía normal, nada estaba bien.

When you're gone •VegasPete•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora