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—¡Vegas!— lo saludó Ken. Vegas lo abrazó de igual manera, sosteniendo las maletas con el otro brazo. —Yo te hacía muerto.

—Ya ves que no— le negó Vegas con una gran sonrisa en los labios. Volver a Chiang Mai era volver a su casa, a su hogar, a sus amigos. Viejas anécdotas se le venían en la cabeza, buenas y otras malas.

—¡Vegas!— saludó Kinn, un saludo en especial que ellos dos manejaban con las manos. —¡Joder, hasta que apareces!— traía el torso descubierto y dos grandes tatuajes yacían ahí.

—No es para tanto, hace tiempo que no venía a Chiang Mai y quise pasar por aquí.

—Vaya— murmuró Ken, observando por la ventana.

—¿Qué?— preguntó Vegas.

—Así que es cierto— le dijo Ken. Sin perderse nada de lo que estaba mirando. —Estás con él— Kinn le siguió la mirada, de inmediato soltó un silbido. Pete estaba buenísimo.

—Ajá— dijo con algo de molestia en su voz, dejó las maletas en el suelo. Pete aún estaba en el auto, acomodando algunas cosas que se habían desarreglado durante el viaje en su mochila. —¿Cuál es tu problema con eso?

—No creo que sea conveniente que esté aquí— intervino Kinn.

—Esta es mi ciudad, mi casa, nada va a pasarle mientras yo este con él.

—Dices eso con tanta facilidad ¿eh? Seguro te ha hecho perder la cabeza— Kinn tomó de su lata de cerveza ya empezada. —No te culpo, está bueno.

Vegas endureció la mandíbula. Trató de olvidar el comentario.

—¿Sabes cual es el problema? Que hemos matado a sus amigos ese es el problema— le dijo Ken. Vegas miró por la ventana, ¿Pete los recordaría? Por supuesto que sí, pero que imbécil. —El problema es que va a delatarnos cuando lo recuerde.

—El sería incapaz.

—Ni siquiera lo conoces.

—No ¡Ustedes no lo conocen!— les gritó. Kinn y Ken se quedaron en silencio al ver a Pete entrar por la puerta principal.

Vegas endureció los pómulos. Bajó la guardia. Trató de dedicarle la mejor mirada posible, aunque en el fondo estuviera más enojado que nunca.

—¿Todo está bien?— le preguntó entre susurros, solo para sus oídos.

—Sí— le dijo él, casi sin voz. Observó a Ken y Kinn, tratando de hablarles con la mirada. No quería peleas con Pete ahí. No con el. —Él es Ken y él es Kinn— les presentó.

—Pete— saludó, estirando las manos hacia los dos. Un pequeño destello se abrió en su mente.

Un recuerdo. El atado de manos. Llorando. Cerró los ojos con fuerza para volverlos a abrir. Eran ellos sí, se volteó a mirar a Vegas, con una mirada llena de pánico, miedo, todo a la vez. Él podía entender su mirada por completo, sabía lo que quería decirle.

—Tranquilo bonito— le dijo uno de ellos, el más alto: Kinn. —Nadie va a hacerte nada.

Pete retrocedió unos pasos, chocando con el torso de Vegas. Sintiéndose aliviado por sentirlo cerca y saber que todo andaría bien mientras él estuviera. Vegas le acarició la cintura, abrazándolo.

—Lo pasado es pasado ¿vale?— le dijo Ken. —Nadie tiene porque recordar eso.

Y Pete no quiso decir más. Todo esto le dolía muchísimo. El secuestro. Sus amigos. Sus muertes. El simple hecho de saber que estaba junto a los asesinos de ellos. Que los conocía. Que acababa de darles la mano. 

No sabía como reaccionar. El había pedido todo eso, ir a ese lugar conocer a los amigos de Vegas, su ciudad, saber más de él. Se pondría a llorar. Era débil ante el pasado. Pues aún le dolía, aunque tratase de ocultarlo.

—¿Dónde está Pol?— preguntó Vegas. Se acercó a tomar sus maletas tendidas en el suelo.

—Nadie lo sabe— contestó Kinn.

When you're gone •VegasPete•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora