Vegas se apartó. Pete se acarició los moretones en sus brazos. Sin pronunciar palabra de dolor.
―Perdóname― Vegas cerro los ojos al decírselo. Siempre se le había hecho difícil reconocer sus errores. ―Por favor, te juro que dije la verdad― le acarició el hombro descubierto.
―Te he dicho que no me toques― Pete separó su hombro con brusquedad. ―¿Cómo fuiste capaz de permitir algo así?
Vegas no dijo nada, lo tomo de las caderas y lo pegó a su cuerpo. Besándolo suavemente en los labios. Lo necesitaba.
Necesitaba sentir su calor, aquel olor que traía en el cuerpo que lo hacía enloquecer, necesitaba saber que estaba a salvo, que estaba bien.
Continuó besándolo hasta sentir las pequeñas manos de Pete empujándolo. Vegas se apartó. Y a la misma vez volteó el rostro al recibir la enorme bofetada que Pete le había dado.
―¡Suéltame!― le gritó. Los ojos se le inundaron en lágrimas.
Vegas permaneció con el rostro volteado. También deseaba llorar. Llorar mucho, muchísimo, no quería perderlo.
―Por favor― le rogó. ―No me toques Vegas, no quiero, no quiero que vuelvas a hacerlo.
―Por favor, déjame explicarte.
―¡No!― negó Pete. Esta vez estalló en lágrimas. No había nada que escuchar. ―Solo quiero salir de aquí― cerró los ojos, dejando salir las últimas lágrimas que se habían formado.
Vegas quiso volver a acercársele. Sentir que al menos tenía una esperanza con el. Sentir que al menos, no todo estaba perdido.
―Solo quiero que me escuches.
―Me das asco― le dijo aguantando las lágrimas. ―Me das asco, Vegas― evitó llorar.
Y Vegas también lo hizo. Así las cosas resultarían más fáciles. Así sería más fácil dejarlo ir y olvidarse de él.
No quiso y no tuvo las agallas para mirarlo y decírselo a los ojos. Sabía que él podría dominarlo con cualquier mirada o frase proveniente de sus labios.
Lo conocía, y se conocía a si mismo. Así que solo salió de la habitación, de aquel cuarto en el que Porsche había muerto, de aquel cuarto en el que los secretos de Vegas se habían esfumado para siempre.
Pero así como los secretos se habían ido, tal vez el amor también.
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Al llegar. Tomó una ducha de forma rápida. Salió y tomo su ropa y las pocas cosas que tenía. Ni siquiera le dio tiempo de peinarse bien. Ni de arreglarse como tanto lo hacía. Y es que nada de eso importaba solo quería irse, tomó la pequeña maleta que había formado, la misma que había traído hace algunos días. Abrió la puerta de la habitación, decidido a irse y Vegas solo lo miró.
―¿A dónde vas?― le preguntó. Realmente intrigado. Bajó la cabeza, Pete apretó la maleta con las manos.
No respondió, quiso apartarlo, pero Vegas lo detuvo de nuevo tomándolo del brazo, la maleta cayó. Pete hizo una mueca de dolor.
―Respóndeme.
―¡Suéltame!― le dijo. Y él lo hizo. Lo soltó. No quería que tuviera una imagen equivocada de él. Vegas no era así.
No con el, podía ser una mierda con los demás, pero menos con la única persona que realmente le importaba. Respiró hondo, intentando tranquilizarse. ―Tengo que irme.
La garganta de Vegas volvió a anudarse de tal forma que apenas podía hablar. Y ni siquiera le daban ganas, solo quería gritar, gritar y retroceder el tiempo para cambiar su forma de hacer las cosas, para cambiar su pasado, para evitar eso que hace años debió evitar.
―Déjame salir ¿vale? ¿o qué?― Pete hizo que lo mirara a los ojos. Que le doliera tanto aquella mirada como todas las que he había dedicado desde que sabía la verdad. ―¿Vas a obligarme a que me quede?
―No vas a ir a ninguna parte a esta hora― le ordenó. Recogió la maleta de Pete e intentó pasar a la habitación para dejarla ahí, pero el no se lo permitió.
―Quiero irme, Vegas― le volvió a decir. ―Quiero irme, ya, ya no quiero verte ni un solo minuto más, mierda― dijo desesperado y apunto de ponerse a llorar. ―¿Por qué no lo entiendes?
―Necesitas escucharme― susurró Vegas. Se volteó para que Pete no lo descubriera vulnerable.
―No quiero escuchar nada― tragó saliva.
―¡Tienes que escucharme, por favor!― gritó Vegas.
Y Pete pudo jurar que ese grito se había escuchado en toda la casa. Se estremeció y cerró los ojos, tapándose la cara. Vegas trató de respirar tranquilo, de mantenerse igual, pero no pudo. Tiró la maleta al suelo con fuerza. Pete retrocedió unos pasos.
―Necesito que me escuches― le susurró. El no lo miró. No debía. No podía.
Retrocedió más, tratando de alejarse de él. Pero Vegas lo único que hizo fue acorralarlo hasta la pared, ahí donde no tendría escapatoria más que acurrucarse en sus brazos.
―Por favor, necesito que me des una oportunidad.
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When you're gone •VegasPete•
Fiksi Umum"When you're gone the pieces of my heart are missin' you... Segunda parte de Stockholm Syndrome. Adaptación