Epílogo

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China, 1854

Él estaba ahí.

El omega de ojos brillantes y sonrisa encantadora. 

Desde que tuvo que tomar sus cosas y mudarse del lugar en el que creció, no ha sentido paz. No hasta que lo vio. Ahí. Bailando con sus amigos, sonriente, disfrutando la música que venía desde el oscuro escenario; ignorando su propia personalidad de cuando se mostraba bajo la luz del sol, acompañado de su familia y su educación. 

Y el muchacho también le veía. Le sonreía. Le hipnotizaba con llamados dulces de sus labios rosados.

Él tan solo era un alfa.

Uno que no ha podido dejar de seguirle con la mirada, de ser víctima de sus sonrisas tímidas durante el día. Un alfa enamorado del sonido de su risa. Uno que tuvo suerte de ser elegido entre un grupo de personas que sí parecían saber disfrutar la noche.

—¿Bailarías conmigo? —El muchacho traía las mejillas sonrosadas por tanto bailar—. Les pedí una canción diferente.

El alfa alzó incluso más la mirada cuando notó la melodía lenta, con el corazón golpeando sus costillas y su lobo cautivado por tal ligereza al caminar. Se puso de pie antes de que el omega se viera completamente arrepentido de consultar su interés. 

¿Cómo no iba a aceptar su cercanía?

¿Quién podría decirle que no a su calor?

¿Cómo, después de sentir su tacto por primera vez y conocer su aroma dulce, podría decidir alejarse?

China, 1856
Inicios de La Segunda Guerra del Opio

El alfa observó con ojos intensos la figura frágil de su pareja. Sus ojos llevaban destilando preocupación y miedo por meses. Ambos estaban compartiendo un último momento antes de la partida, bajo el sol y en medio de un barrio calmado por los terrores de la guerra.

El omega de mechones negros temblaba ligeramente, sus manos aferradas al abrigo desgastado de su prometido, como si temiera que, al soltarlo, el mundo se desmoronaría a su alrededor. 

—¿Qué sucederá...? ¿Qué sucederá si cuando vuelves yo ya no estoy aquí? 

El alfa, con un gesto apresurado, limpió las lágrimas cayendo por las delicadas mejillas con sus pulgares.

—No importa —El hombre se inclinó, posando sus labios sobre la frente pequeña—. Te encontraré en donde sea.

Con un último vistazo, el alfa se despidió, listo para enfrentarse a los horrores que aguardaban en el frente..., sin saber que jamás podría volver a casa, y que su muchacho esperaría por él por años antes de sucumbir a la enfermedad de la tristeza. 

Una tristeza tan grande, tan injusta, que la misma Madre Luna decidió intervenir.

Décadas después, se reencontrarían en otros cuerpos, en otros rostros, y se reconocerían el alma. Y sus lobos volverían a danzar juntos bajo la melodía que escucharon aquella primera noche en la que pusieron sus ojos en el otro.

Bendecidos por la Luna, así es cómo los llamaban en su tiempo. Así es cómo se conocían. Y la siguiente vez que se encontraron, e incluso la tercera vez, sus lobos se reconocieron como quienes en verdad eran. Almas que han navegado juntas por décadas y que, solo de vez en cuando, se separaban por un tiempo, para así volver a encontrarse otra vez.

02 || KINTSUGI: "Mi omega" || YM || ~MilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora