10 ❀ El lazo entre nuestros lobos.

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Todo le dio vueltas por un segundo

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Todo le dio vueltas por un segundo. En el mundo, justo en ese momento, no existía nada más que los ojos marrones que le miraban de vuelta. Los mismos ojos marrones que le miraron sus primeros siete años de vida y que luego tan fácilmente le dejaron ir. 

¿Dejarle ir?

No, a Jimin no le liberaron de nada. Lo abandonaron, eso fue todo. Lo dejaron a su suerte cuando apenas siquiera estaba aprendiendo a diferenciar el bien del mal. Ahí, en ese orfanato de mala muerte que llenó su vida de miserias y traumas que, incluso hasta el día de hoy, le atormentaban en la oscuridad de la noche. 

Lo habían abandonado, y todas las excusas que había puesto para defender a la mujer que lo había hecho ya no servían, porque ahí estaba ella. Saludable, joven, hermosa.

Y no estaba lejos. Nunca estuvo lejos. 

—¿Jimin?

El omega no tuvo la fuerza para levantar la mirada a Jungkook. Apenas tuvo la fuerza de separar su atención del rostro de la mujer. La gran sargento de la que por tanto tiempo escuchó. La superior de sus hermanos. La omega que la mayoría llamaba jefa, sólo por lo buena que era en su trabajo. 

Jimin no podía pensar en nada. 

—Me tengo que ir —exhaló, con la voz ahogada y el nudo en la garganta, bajando la mirada tan rápido como la velocidad que tomaron sus pies para salir de ahí. 

Estaba sudando entre náuseas. Le dolía la cabeza. Podía sentir su corazón golpeando dolorosamente contra su pecho. 

Intentó controlarse mientras avanzaba por entre otros oficiales, disculpándose y escuchando la voz de Jungkook llamando su nombre. Cruzó el pasillo hasta la salida de la estación de policía, sin mirar atrás, aguantando la respiración como si así pudiera olvidarse del aroma a rosas todavía impregnado en él. 

Apenas sintió el sol chocar contra su rostro, con la mano en la nuca y buscando su camioneta con la mirada, no pudo aguantarlo más. Avanzando a pasos inseguros, Jimin se echó a llorar en medio de la calle. 

—¡Jimin! —exclamó la voz rota de la mujer, que le había seguido en cuanto le vio partir—. J-

—No —sollozó el omega, sin girarse a mirar, sólo avanzando un paso más. Lo que fuera necesario para estar lejos de ella—. No ahora. No estoy l-listo para es-esto. No ahora —le rogó, girándose a mirarla una sola vez—. Por favor. P-Por favor —Inmediatamente después, con una mueca, su mano se movió a su vientre—. Ah...

La mujer se quedó quieta ahí, apretando los labios y dejando caer sus lágrimas en silencio. Respiraba agitada. 

—Eres un omega —lloró ella, con una mano temblorosa en su pecho.

No había nadie cerca de ellos. Los pocos presentes estaban en el estacionamiento, mirando qué ocurría desde sus patrullas. Los otros pocos que habían visto la escena no estaban dispuestos a acercarse tampoco.

02 || KINTSUGI: "Mi omega" || YM || ~MilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora