"𝖯𝗈𝗋𝗊𝗎𝖾 𝗇𝗈 𝗌𝗈𝗒 𝗌𝗎𝖿𝗂𝖼𝗂𝖾𝗇𝗍𝖾 𝗉𝖺𝗋𝖺 𝖾𝗅𝗅𝖺, 𝗃𝗈𝖽𝖾𝗋, 𝖾𝗌𝗍𝖺 𝗍𝗈𝗍𝖺𝗅𝗆𝖾𝗇𝗍𝖾 𝖿𝗎𝖾𝗋𝖺 𝖽𝖾 𝗆𝗂 𝖺𝗅𝖼𝖺𝗇𝖼𝖾"
-𝖩𝖩 Maybank.
Kat Routledge y JJ Maybank siempre habían tenido un vínculo especial. La chica siempre ha...
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chapter eighteen peterkin's murder
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Narra Kat:
Nos fuimos con la furgo a un lugar apartado de la pista. Allí se almacenaban un montón de trastos viejos que nadie utilizaba, por lo que si alguien viniese, sería fácil escondernos.
—¿Creéis que estará bien?—preguntó Kie, refiriéndose a mi hermano.
Pope asintió, aunque no muy convencido.
—Sí—dijo JJ mirándome—Sobrevivirá. Es como una cucaracha—intentó reír.
—Mas le vale estar bien—dije yo—Joder, ¿Como se le ocurre hacer algo así? Podría haber muerto.
Kie iba a decir algo cuando el sonido de un avión llamó nuestra atención. Y con solo levantarnos de donde estábamos sentados y alzar la cabeza, pudimos ver perfectamente el avión de Ward volando sobre nuestras cabezas camino a las Bahamas con, obviamente, el oro.
Mierda, mierda, mierda.
—Y ahí va a el oro—dijo JJ frustrado, para segundos después, dar patadas a trastos—¡Mierda, joder!
Y esa reacción era la típica que esperabas de JJ. Que gritara, se cagara en todos, y pegara a cosas. Lo sorprendente fue ver como Pope, el ser humano más calmado, centrado, y que siempre intenta mirar el lado positivo del planeta, hacer lo mismo.
De hecho, fue incluso peor. Cogió un bate de beisbol y empezó a reventar cosas.
—¡Ostia puta!—decía mientras seguía con el bate—¡Joder!
Hasta JJ se sorprendió tanto que paró de pegar a cosas y dio un saltito para atrás, poniendose detrás de mi, como si se quisiera proteger.
—¡Mierda!—decía mientras rompía unos cristales.
Miré a Kie en busca de ayuda, y ella se encogió de hombros, igual de sorprendida que nosotros dos.
JJ, por otro lado, se escondía a mi espalda, cosa que, aún estando en esa situación, me causaba cierta gracia.
—¿Porque te escondes?—le pregunté divertida—¿Acaso te piensas que yo seré capaz de defendernos contra un bate de beisbol? Tu eres el mediador físico aquí.
—Uhm... No. Pero tu tienes la parte psicológica, la de hablar con él y eso. Que creo que es lo que necesita, la verdad—susurró mirándole—Seguro que si hablo yo con él me pega con ese bate.
Solté una carcajada.
—Seguro.
—¡Pope!—exclamó Kie, al ver como este tiraba un contenedor por el aire.
Entonces, el moreno paró y se sentó en un especie de banco que había allí, y sin más, se puso a llorar.
Se me partió el alma al verlo así. Reflexionando su situación, se había marchado de la entrevista de la beca, que era probablemente la cosa más importante de su vida, por el oro. Y aún así terminaron robándonoslo. Había sido todo en vano.
