Alissa adora bailar y lo ha hecho durante gran parte de su vida; cuando gana un lugar en el prestigioso programa de verano del American Ballet en Nueva York, se siente en el cielo, pero pronto se da cuenta que nada es perfecto y que el mundo del bal...
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COLTON
"Nunca vi a un animal salvaje sentir autocompasión, un ave caerá muerta, congelada de la copa de un árbol, sin nunca haber sentido autocompasión" - D. H Laurence
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El entrenamiento SEAL fue una de las cosas más difíciles que hice en toda mi vida; pero también fue la mejor decisión que pude llegar a tomar; nos obligaban a mantenernos despiertos durante tantas horas que poco a poco te volvías loco; hacían las cosas difíciles a propósito para que quisiéramos renunciar; nos mantenían a oscuras y nos torturaban hasta que lo único que deseabas era tocar la maldita campana para que todo se terminara.
No importaba si era de día o de noche, no nos dejaban en paz; nos hacían correr durante horas, teníamos que pasar por cientos de obstáculos y ya fuera, lluvia, fuego o el mar helado, debíamos seguir adelante hasta alcanzar nuestro objetivo.
Cada día alguien renunciaba y durante la noche la campana no dejaba de sonar; no podíamos dormir, no podíamos comer, no podíamos hacer nada más que seguir ordenes por más loco que eso fuera; volvían nuestra vida un auténtico infierno, pero lo aceptabas, porque eso te acercaba un poco más a la meta.
El primer período de la prueba era netamente físico y al menos un setenta por ciento renunciaban en esa etapa; pero lo peor venía después y francamente muy pocos eran capaces de resistir; nos torturaban para que supiéramos lo que se sentía y así reducir el pánico cuando estuviéramos en esa situación, porque por supuesto que lo estaríamos; la tendencia natural hacia el pánico era algo que teníamos que superar y eso solo se lograba exponiéndose una y otra vez a aquello que nos aterraba, al menos así ganaríamos unos segundos que podrían salvarnos la vida.
Después de la infinita tortura venía el entrenamiento sobre las armas y eso era extenuante; nos hacían competir entre nosotros y aprender todo lo necesario sobre cada arma que podría estar en nuestras manos; el entrenamiento era tanto físico como mental y eso era agotador.
Tras todo el entrenamiento venia la siguiente etapa; las pruebas en el campo, en dónde debíamos hacer uso de todo lo que aprendimos para sobrevivir, evadir, resistir y escapar; al final de todo el entrenamiento éramos tal vez un diez por ciento de los que iniciamos y cuando todo terminó, lo único que sentí es que todo había valido la pena.
Me convertí en agente de las fuerzas especiales a la edad de diecisiete años y poco a poco ascendí hasta convertirme en líder de mi unidad y después de la última misión, fui nombrado comandante; habían pasado cinco años desde que me convertí en SEAL; cinco años de misiones exitosas; cinco años en los que pude ver todas las atrocidades de las que el ser humano era capaz; empecé mi carrera militar creyendo que mejoraría el mundo y salvaría a las personas... que equivocado estaba en ese momento.
Muchos decían que los SEALs no teníamos humanidad; decían que éramos igual de terribles que los monstruos a los que cazábamos, porque eso es lo que hacíamos; capturar o matar, no había otra opción; éramos enviados en busca de los objetivos de más alto nivel; nos involucrábamos en las peores misiones y no dudábamos en infiltrarnos en líneas enemigas; una cosa era segura, si alguien era nuestro objetivo, entonces su destino estaba sellado y eso de alguna forma siempre se lleva una parte de tu propia humanidad.