CAPITULO 14

74 51 7
                                    

"Asher" me gritó para que me detuviera, pero no le presté atención y continué abriendo la puerta para salir. Justo cuando iba a abandonar el patio, me agarró de los brazos.

—¡Oye, espera! ¿Adónde vas si no hemos terminado la tarea? —preguntó Asher.

—Terminaré el resto mañana por la mañana. Me siento mal y quiero ir a casa.

—¡Está bien! Iré a buscar el auto para llevarte.

—¡No hace falta! Tomaré un taxi.

—Yo te traje aquí y yo te llevaré.

—¡Te dije que no! —exclamé, enojada y alzando la voz.

—¿Por qué te enojas? ¿Dije algo malo?

—¡No dijiste nada malo! Pero quiero tomar el taxi y sigues insistiendo en llevarme. No quiero que me lleves hoy, eso es todo.

—Si no quieres que te lleve, está bien, pero llamaré al chófer para que te lleve a casa. No voy a dejar que tomes un taxi, ya que me dijiste que te sientes mal y no quiero que te pase algo en el camino. Y ni se te ocurra decirme que no.

...

Iba a responderle, pero me quedé en silencio, sin decir ni una palabra, hasta que trajo a su chofer. Me abrió la puerta del auto, me despedí y subí. Durante todo el trayecto, solo pensaba en las palabras que me dijo la madre de Asher, mientras pequeñas lágrimas caían por mis mejillas. Me hizo sentir insignificante. ¿Cómo puede alguien hablar así sin conocer a la otra persona?

—¡Llegamos, señorita! —anunció el chofer.

Bajé del auto, le agradecí al chofer, sequé mis lágrimas como si nada hubiera pasado, entré a la casa y fui directo a mi habitación para que mi madre no me viera. Me lancé sobre la cama y, entre lágrimas, mis ojos se cerraron poco a poco hasta quedarme dormida.

• AL DÍA SIGUIENTE •

Me desperté más tarde de lo normal y no tuve tiempo de terminar el trabajo de ayer. Rápidamente entré al baño a tomarme una ducha y, al salir para secarme el cabello, noté en el espejo que mis ojos estaban hinchados. Tomé un poco de maquillaje para disimular.

Abrí el armario, tomé una sudadera con capucha para cubrirme la cabeza y la cara. No quería que mi madre y los chicos vieran mis ojos así. Desayuné, bajé al estacionamiento, subí al auto, saludé a mi madre, y por suerte, no me preguntó por qué llevaba esa sudadera.

{30 MINUTOS DESPUÉS}

Llegué a la universidad, me despedí de mi madre y mientras entraba al patio, vi a las chicas, pero Milan y Asher no estaban. Los extrañaba.

—¡Buenos días, chicas!

—¡Buenos días, nena! —saludó Elina.

—Buenos días, hermosa. ¿Cómo te fue con el trabajo de ayer? ¿Tú y Asher ya lo terminaron? —preguntó Stella.

—¡Sí! Pe- pe... —dije tartamudeando.

—¡Buenos días, chicas! —saludó Asher, interrumpiendo lo que iba a decir.

—Disculpen por llegar tarde, tuvimos algunos inconvenientes —aclaró Milan mientras abrazaba a Elina.

—¿De qué hablaban? —preguntó Asher.

—Estábamos preguntándole a Eloy si ustedes ya terminaron el trabajo que nos dejó el profesor —explicó Stella.

—¡Sí! Fue una noche de mucho trabajo, pero lo terminamos. Aquí está —dijo Asher, mostrando el folleto con todo el trabajo terminado, incluso la parte que no pude concluir esta mañana.

DesilusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora