Capítulo 37

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Me levanto sobresaltada, tratando de recordar lo que pasó ayer. Por un momento pienso que pudo haber sido un sueño, pero en cuanto veo el cuchillo y la piedrecita sobre la mesa de noche se que no lo fue.

Hable con Levi, no lo mate y resistí el dolor de cabeza más fuerte que he tenido.

Sin embargo aún me cuesta mucho confiar en él. Cuando escucho la puerta ser abierta por instinto tomo el cuchillo y lo alzo.

— Joder, eres tú. –Murmuro y mis manos caen a mis costados.

Las cejas de Pixis se elevan. — No estás sujetado. –Sus ojos se mueven hacia el cuchillo en mi mano. — Y estás armado.

— Es bueno ver que tus ojos están funcionando.

— Se supone que no debes estar armado.

Frunzo el ceño. — Si se supone. –Digo y dejo el cuchillo sobre la mesa de noche de nuevo. — Y se supone que no debes estar sobrio.

Para mi sorpresa, mi mentor se ríe débilmente. — Te diste cuenta, eh. –Dice mientras camina hacia mi. No se sienta, pero se para al final de mi cama. — Bueno, cuando el Capitolio te empuja a una habitación cerrada por "tu propia seguridad", te pones sobrio de la manera más difícil.

— Oh, debe haber sido terrible. –Digo dejando caer los brazos sobre mi regazo.

Pixis levanta las cejas. — Puedo sentir la simpatía que emana de ti.

— Pero por supuesto. –Miro mis manos vacías, luego lo miro a él. — No creo que te haya visto nunca sin una botella. Es impresionante.

— Dame tiempo. –Dice Pixis secamente. — Me han estado manteniendo sobrio.

Mis labios se contraen. — Te tienen ahora.

— Claro que si, el distrito 13 no tiene nada de alcohol.

Yo me río. — Siempre están el que usan las enfermeras.

Él ríe también. — No he llegado a ese punto. –Yo sonrió y cuando no agrego nada más el dice: — ¿Cómo estás?

— No me vengas con eso Pixis, no es como si te importara.

— Eres mi tributo.

Me burlo. — Ambos sabemos que tu favorito era el mugroso chango de Zeke. ¿Le enviaste algo a él? ¿Una comida de cinco estrellas y mantas?

Pixis parece divertido. — Te envié un encendedor. –Responde defendiéndose.

Hago una pausa. ¿Él lo hizo? No recuerdo eso.

Mi antiguo mentor reconoce la confusión en mi rostro y suspira. — Me dijeron que no recordabas mucho. –Dice. — Pero recuerdas antes de la arena, entonces.

Yo asiento. — Sí lo hago.

— ¿Recuerdas tu entrevista?

¿Entrevista? Frunzo el ceño, recordando. Sí, sí lo hago: llamando al presidente en la televisión pública, haciendo que la multitud se quedara sin aliento, y luego mi vestido se quemo hasta quedar hecho cenizas para revelar mi traje negro. Sonrío para mi misma.

— Sí. Sí lo recuerdo.

Pixis suspira. — Pareces engreída, así que supongo que sí. ¿Recuerdas tu sesión privada también?

— ¿Dónde disparé a esa copa de champán? Joder, sí. Eso no lo olvidaría.

— No me sorprende. Así que simplemente te jodieron la cabeza por todo lo que pasó después.

— Eso es lo que me han dicho, así que... Supongo que sí.

— Lo que significa que me recuerdas muy bien. Sobre todo. –Una de las manos de Pixis se estira para agarrar la baranda lateral de mi cama. — Para que sepas que no te estoy mintiendo.

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