El viaje fue más tranquilo de lo que me esperaba, creía que estaría lleno de peleas constantes pero no fue así. Mi madre me había dicho que debíamos irnos de nuestro pueblo para ir a otro sitio, el cual no sabía, también me había dicho de un día para otro que abandonara a todos mis amigos, estudios y amores atrás, para centrarme en lo que venía luego, en donde nos íbamos a quedar, y si, eso me enfadaba mucho. Por mucho que supiera, que lo que dejaba atrás no era lo mejor, me dolía, me dolía dejar a mis antiguos amigos atrás y a mis posibles amores.
Yo tenía la cabeza metida en un libro de Alice kellen, donde me refugiaba de las miradas de mi madre y hermanos. De vez en cuando asomaba la vista fuera del libro para observar las caras de mis tres hermanos que iban detrás del coche donde de vez en cuando se escuchaba alguna de sus peleas insignificantes. Alex el mayor de 24 años, y los gemelos Enzo y Uriel de 22 años y luego estaba yo, la rarita de la familia, la de "caridad" como algunas veces me había llamado alguien del pueblo. La hermana de 19 años que no era de la familia. Yo sabía que no era una "caridad" ni tampoco "la rarita", sabía que mis padres me querían, que mi madre me quería y mis hermanos por muy posesivos que fueran también lo hacían.
El traqueteo del coche y el susurro de las ruedas sobre el asfalto competían con el suave murmullo de las palabras de mi madre. La voz de mi madre se filtraba entre las páginas, tratando de romper la barrera que mi enojo había construido. Pero mis respuestas eran monosílabas y mis ojos, fijos en las palabras que se deslizaban ante mí, se negaban a encontrarse con los suyos. Estaba sumida en el mundo del libro, tratando de encontrar refugio en sus palabras, como ya había hecho otras veces, las cuales ya eran muchas para ser contadas, mientras el paisaje se desdibujaba por la ventana delante mis ojos.
El sol caía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo con pinceladas de tonos cálidos, pero en mi mundo interior, las preguntas inundaban constantemente mi mente. El coche se convirtió en un caparazón donde las emociones vibraban en una frecuencia que solo yo podía escuchar.
—Brooke, cariño, ¿puedo hablar contigo un momento? —preguntó mi madre, su voz llevando consigo una mezcla de preocupación y ternura.
Desvié la mirada del libro, encontrando sus ojos centrados en la carretera. Sus labios dibujaron una sonrisa, pero pude ver la sombra de la inquietud en su mirada. Sus manos agarraban con firmeza el volante, como si contener el coche también fuera contener la incertidumbre que flotaba en el aire.
—¿Qué pasa, mamá? —respondí, mis palabras cargadas con una tensión apenas disimulada.
—Solo quería asegurarme de que estés bien, cariño. Entiendo que esto no es fácil para ti. Mudarnos a un nuevo lugar, dejar atrás todo lo conocido...
Hice una mueca, apartando la mirada y volviendo a sumergirme en las páginas del libro. Mis hermanos, Alex, Enzo y Uriel charlaban animadamente en el asiento de atrás, completamente ajenos a mi pequeño refugio literario.
—Brooke, entiendo que estés molesta. Pero, por favor, intenta verlo desde otro punto de vista. Este cambio puede ser una buena oportunidad para nosotros, para todos nosotros.
Sus palabras flotaban en el aire, pero yo me aferraba al mundo de ficción que tenía entre las manos. No quería mirar a través de la ventana y enfrentarme a la realidad de dejar mi vida atrás, mi hogar, mis amigos, todo.
Mi madre suspiró, una mezcla de resignación y comprensión. Dejó caer la conversación y se sumergió en sus pensamientos mientras seguía conduciendo hacia el destino desconocido. Mientras tanto, yo me sumergía aún más en el universo de Alice Kellen, deseando que sus palabras me transportaran a algún lugar donde la realidad no pesara tanto como en ese momento
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MÍA Y SOLO MÍA
WerewolfLa vida no puede cambiar con solo una palabra, ¿no? Pues yo no creo eso, desde que me mude y un hombre me proclamo como suya todo cambió. Y si, todo puede cambiar con una sola palabra " mi luna". ¿Yo solo era una chica normal, de las que les gust...