Capítulo 8

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Pase bastante tiempo mirando el techo, mientras que Liam estaba en la ducha. Los recuerdos de todo lo que había pasado esa mañana me invadieron a mente. Me toque el cuello, todavía no me lo había visto, pero ere muy probable que tuviera el chupetón mas grande de la historia.

La puerta del baño se abrió, sacándome de mis pensamientos. Liam salió con una toalla blanca enrollada en su cintura. Aparte la vista automáticamente no quería fijarme, pero tenía un torso bastante apetecible y musculado, digno de cualquier dios griego. Brooke, céntrate. No te gusta. No te gusta. No te gusta. No te puede gustar.

- El baño ya está disponible- dijo Liam.

Y así, sin más, como si me tuviera toda la confianza del mundo dejo caer la toalla blanca al suelo. Bendiciendo mis ojos con su perfecto culo. Liam se iba a girar pera coger los bóxers que había encima de la cama, así que salí de ella de un salto i me encerré en el baño. Escuche su risa arrogante y alguna que otra burla que no llegue a distinguir. Por los pelos. No voy a mentir, me hubiera gustado ver, pero eso es de pervertida, y bueno.... Tengo que disimular, porqué si no, ya estaría exiliada en un centro psiquiátrico. Empiezo a pensar que aquí la bipolar soy yo.

Ni que lo digas.

Mire la bañera y la ducha que había en el baño. No estaba acostumbrada a tanta riqueza. ¿De dónde sacaba tanto dinero? No quería saber. Me despoje de la ropa y la tire al suelo. Me mire al espejo, en el reflejo se veía una chica con un chupetón enorme en el cuello, y unos ojos que no sabían lo que sentían, o que en el fondo sí que lo sabían, pero sabían, que no querían aceptarlo por todas esas consecuencias que no podrían afrontar.

Abrí el grifo del agua de la bañera y me metí. Siempre me había sentido segura en el agua, siempre que quería llorar me metía en el agua. Siempre que....

No Brooke.

Ya está.

Ya pasó.

¿Pero si ya pasó porque me sigue doliendo tanto? ¿Porque sigo teniendo esos pensamientos? ¿Porque no lo puedo recordar todo de una puta vez? ¿Por qué no lo puedo superar? ¿Por qué me tenía que pasar a mí?

Miles de preguntas viajaron por mi mente, hundiéndome más en el agua caliente de la bañera. Sin darme cuenta, pequeñas lagrimas empezaron a caer de mis ojos. No, no podía llorar. Eso no era lo que debía hacer. No era frágil. Ante esos pensamientos empecé a llorar más, sin hacer ruido claro, como siempre había aprendido a hacer.

Mi cabeza no funcionaba, mi corazón no se decidía y yo, que estaba más perdida que nunca, no sabia que hacer, no por Liam, sino por todo. Estaba cansada de apartar las cosas y hacer como si no estuvieran. Estaba cansada de todo, de fingir que ya lo había superado, de que no había pasado nada, de que ya estaba olvidado. Y podía ser verdad, podía estar olvidado, pero no era por voluntad propia, no recordaba nada, y eso es una de las cosas mas frustrantes que te pueden pasar. Los pensamientos me invadieron al igual que la oscuridad que me nublo los sentidos.

No sé cuánto tiempo pasó. Lo único que se es que unos ruidos en la puerta me despertaron. Unos gritos exigiendo que abriera la puerta me sorprendieron. Era Liam. Mi Liam. Quería abrir la puerta y abrazarlo, Pero mi cuerpo no reaccionaba, mi mente no pensaba y mi corazón... mejor no hablemos de él.

Un fuerte ruido me acabo de despertar. La puerta estaba tirada al suelo, y ahí plantado en la puerta estaba Liam. Mirándome con una cara de preocupación como si su vida dependiera de mí. Cuando me vio bien, se relajo notablemente. Sus hombros se destensaron, y su mirada dejo de reflejar tanta preocupación. Todo y que no se fue del todo.

Se acerco a grandes zancadas hacia mí, y sin pensar en nada más me cogió en brazos, empapándose la ropa de arriba abajo. No caí en que iba desnuda hasta que me cogió, pero sus ojos preocupados no dejaron mis ojos, como si pensara que se pudiesen cerrar. Me dejo en la cama y me seco con una toalla. Yo seguí inmóvil y sin poder decir una palabra, mi mente seguía en blanco. Cuando termino de secarme me puso una camiseta suya. Su olor me embriago y me sentí segura, segura entre sus brazos.

MÍA Y SOLO MÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora