Capítulo 9

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Intenté salir de la habitación para irme corriendo de él, pero no pude. Liam, como muy buena persona que era, había cerrado la puerta con llave por uno de sus ataques de celos, que ya se empezaban a hacer costumbre. Al salir de su regazo se levantó, haciendo el impulso de cogerme, pero fui más rápida. Tenía toda su mandíbula marcada llena de tomate, donde justamente se le marcaba un hoyuelo de la sonrisa que se le dibujaba en el rostro.

Intente abrir la puerta otra vez, quería salir corriendo, sabía que la había cagado, lo sabía, y por eso mi conciencia me gritaba que me escapara antes de que fuera demasiado tarde, pero, para mi desgracia, ya era demasiado tarde.

-No creo que la puerta se abra sin esta llave- Dijo, mientras se sacaba una llave del bolsillo y la balanceaba delante de mis narices. Se acerco hacia mí, y antes de que pudiera reaccionar tenía pasta pegada a la cara.

Me enfade, claro que me enfade. Tuve el impulso de coger otra cantidad de pasta y estampársela en la cara, pero como no llegaba, porque el megalodonte me sacaba más de una cabeza se la estampé en el pecho. Su camiseta, que era de color beige se quedó con una enorme taca roja.

Liam me miro y luego, en un abrir y cerrar de ojos estaba colgando de su hombro, mientras que el, me estampaba pasta en el cuello, justamente donde tenía el chupetón.

- Vas a aprender a darme de comer correctamente- Dijo mientras se dirigía hacia la puerta del baño- Y como mi buena conejita, no vas a quejarte.

"Mi conejita" esas palabras me habían afectado más de lo que tendría que aceptar. No lo conocía, al menos no tanto como para sentir eso... Era muy extraño. Sus palabras me afectaban de un modo que nadie había conseguido, nunca. Pero por mi parte racional no lo soportaba, era celoso, posesivo y muy mandón. Pero por mucho que intentara escapar tenía la sensación de que me volvería a encontrar.

-Porque tú lo digas- Dije en un tono brusco, demasiado. Mierda, lo había dicho en voz alta. Liam no se esperaba esa respuesta porque paro un momento y me pellizco el muslo que estaba al lado de su cara, haciéndome soltar un pequeño gemido de dolor, que lo hizo reír.

-Si, exacto, porque lo dio yo- Dijo en un tono frio y seco, al igual que el mío. Como si le molestara mi rebeldía. ¿Y a mi qué? Que se joda.

-Cobrón- Dije intentando salir de su agarre, todo y que mis intentos fueron en vano. Me doblaba de altura y de volumen, pero no perdía nada en intentar que me soltara.

- ¿Quieres que te castigue? Hoy te has levantado inspirada ¿eh? - Bromeó.

- ¿Yo? Siempre- Dije con ironía, no sé cómo se lo hacía, pero si alguien era experto en hacerme enfadar era el, y para colmo, no podía alejarme de él. Al menos no ahora.

-Si ahora mismo no tuviera un castigo ya preparado te daría unos cuantos azotes y te dejaría el culo más rojo de lo que ya lo tienes- Dijo con la voz clara. Ante esas palabras me moví más fuerte, haciendo que su agarre se hiciera más fuerte- Quieta.

- No me apetece.

Sin decir nada más nos metió en la ducha, si, en la ducha. De un movimiento brusco me coloco debajo del agua fría, congelándome. El me miraba con una sonrisa en sus labios y con una mirada de deseo en sus ojos. Un momento. ¿Deseo? Fue en ese momento en el que me di cuenta de que solo llevaba una camiseta, nada más y esta, se me había adherido completamente al cuerpo.

-Cabrón- Dije en un pequeño susurro. Pero el me escucho porqué soltó una gran carcajada.

Yo seguía bajo el agua fría, mientras nos mirábamos, el con una sonrisa en su rostro y yo con el ceño fruncido. No me había parado a mirarlo de cuerpo entero. No hasta ahora. Llevaba una camiseta color beige que le resaltaba los mega músculos que tenía, llevaba unos pantalones que le hacían parecer elegante, y a la vez peligroso. Un carraspeo me saco de mis pensamientos.

MÍA Y SOLO MÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora