Capítulo 20

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La mañana había seguido completamente tranquila. Ahora estaba con mis dos hermanos mirando peliculas, mientras que Alex y Liam se habían ido.

La sala estaba iluminada por el destello de la televisión, pero un silencio incómodo flotaba en el aire. Enzo y Uriel, compartían el sofá conmigo, pero sus miradas evitaban la pantalla y se encontraban en un juego silencioso de nervios y complicidades. Traté de sumergirme en la trama de la película, pero la tensión palpable se interponía en mi capacidad de concentración.

- ¿Qué os pasa? - pregunté, rompiendo el silencio con una pregunta que parecía resonar más allá de la habitación. Dejando de prestar atención a la televisión, y poniéndola en los dos individuos que tenía al lado

Las palabras se quedaron suspendidas en el aire, y aunque trataban de transmitir normalidad, algo en la forma en que las dijeron dejó claro que había más en la historia. Mis hermanos, a pesar de sus intentos de ocultar la verdad, no sabían mentir, y menos cuando estaban en alguna situación tensa.

- Nada- Expresó Enzo rápidamente, mientras dirigía la mirada al televisión

El silencio regresó, pero esta vez, cargado de un significado no verbal. Observé a mis hermanos, sus miradas nerviosas y el juego de evasivas me hicieron preguntarme qué no estaban diciendo. Mi mente se llenó de posibilidades, preguntas sin respuesta que flotaban en el aire.

- ¿Dónde ha ido Alex? - Pregunté, intentando aligerar un poco la tensión que se había formado en la estancia.

-Ah, ehm, Alex... se fue con Liam -respondió Uriel, tratando de sonar casual, pero su voz llevaba consigo un matiz de nerviosismo.

-Chicos, ¿pasa algo que no me están contando? - pregunté, sintiendo que había algo más en juego.

-No- Zanjo Uriel esta vez.

-No podéis comportaros así cada vez que ocultáis algo- Dije, cruzándome de brazos y mirándolos a ambos con cierto enfado.

Había una cosa que, sí que era de envidiar de los gemelos, podía ser, que no supieran mentir, o al menos, que cada vez que ocultasen algo, se notara. Pero sí que es verdad, que todo y que eso fuera verdad, nunca, pero nunca, se les escapaba ningún secreto, y eso era de envidiar. Así, que, como la mayoría de las veces en las que nos habíamos encontrado en esta situación, me rendí, básicamente, porque podríamos estar toda la tarde así, y yo no era una persona muy paciente.

Al final no conversamos más, el ambiente tenso empezó a disolverse, y acabamos la película sin ninguna incomodidad. Decidí que iba a dejarles espacio para hablar tranquilamente en el sofá, y subí a mi habitación.

Abrí la puerta y observé el desastre de habitación que tenía, no era una persona muy organizada, que le digamos, y el mínimo caos que tuviera mi vida, se veía reflejado en el desorden de mi habitación. Empecé a organizar-la un poco y colocar cada cosa en su sitio, cuando terminé, me tiré en la cama, exhausta.

Terminé sentada en la cama, leyendo uno de los libros que había releído mil veces, esos que están marcados por todas partes, pero que por mucho que los lees, siempre encuentras algo nuevo en ellos, siempre te hacen traer recuerdos, y siempre te vuelven a hacer reflexionar.

Un ruido en la ventana me saco de la lectura, no había sido muy fuerte, pero era fácil de escuchar. Decidí no hacerle caso y seguir con lo que estaba haciendo, debía haber sido una hoja, o que estaba a punto de llover. El ruido se repitió otra vez, pero más fuerte.

Me levante de la cama i mire por la ventana desconfiadamente. Abajo, había una cara que conocía demasiado bien, Cass giraba su cara hacia cada lado para ver si había alguien mirándola. Al verme, me señalo la ventana, y la abrí.

MÍA Y SOLO MÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora