La esencia de lo perdido.

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Había llegado el día, era mi cumpleaños número veinte, finalmente había llegado el maldito día. No quería abrir mis ojos, no quería moverme, no quería hacer nada.

Mi cuerpo ardía, sentía que mi piel estaba por partirse en miles de pedazos que me desintegrarían por completo. Mi respiración era irregular y el latido descontrolado de mi corazón comenzaba a aturdirme.

Sentía que si me movía me volvería cenizas, podía sentir el calor aumentar cada vez más, en cuestión de segundos todo se volvería azul..

Necesitaba controlarme, anclarme a algo, lo que sea. Si mi magia se conectaba con el cielo, vendrían a buscarme, me llevarían.

— Respira.. — murmuré en un hilo de voz retorciéndome en la cama pero sin emitir sonido alguno.

Mi magia funcionaba como lazo al cielo, podían rastrearme, me tenían registrado y tenían ángeles entrenados para rastrearme. Cuando decidieron que bajara a la tierra, era con la condición de enviar mi informe al finalizar cada mes.

Lo dejé de hacer cuando se volvieron mi manada y dejé de ser tan solo un espía de una guerra que desconocía. Era parte de ellos, eran mi manada.

Podía usar mi magia sin ser rastreado pero hasta un límite, ese límite era mi control, pero lo estaba perdiendo, se estaba esfumando. Mi piel comenzó a desgarrarse y los símbolos azules comenzaron a tallarse.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y mis mejillas comenzaron a humedecerse, apreté mis puños con fuerza, mordí mi labio inferior en un intento por no gritar de dolor.

Aún Erick estaba aquí, Lisa ya había ido a sus clases, la alentamos a no dejar la escuela, luego de lo que pasó hace tan solo dos días, ella le hizo decir a Erick que estaba enferma para que pudiera quedarse con nosotros.

Lo cual hizo, y fue lindo, me sentí en casa, me sentí rodeado de amor. Ellos eran eso, amor. Pero él no quería que ella dejara la escuela, decía que era importante, habló cosas del futuro que no entendí, supongo que es algo de humanos.

El dolor me regresó a las realidad, mis temblorosas manos rozaron el símbolo de mi cuello, ardió en respuesta.

— Lo prometiste..lo prometiste.. — balbucee entre lágrimas queriendo arrancarme aquel símbolo de mi piel.

Él no estaba, se había ido. No sabía si estaba muerto o si estaba vivo, prometió que hablaríamos, lo cual no hizo. Hace un mes que no sé nada de él, no puedo sentirlo, no puedo escucharlo.

Es como si nunca hubiera estado..

Pensé perdido en mi propio dolor, me había aferrado tanto a Blake, no pensé que algún día se iría, no lo sentía así tan siquiera. Era Blake, mi maldito..

Cerré mis ojos con fuerza cuando aquel símbolo ardió aún más, era yo, estaba llamándolo. Quizás era mi magia, quizás ambos.

La puerta se abrió de golpe y Erick se mostró ante mi. Estaba agitado, parecía que había corrido, su ceño estaba fruncido y me inspeccionó dejando que sus ojos recorrieran mi cuerpo.

Los símbolos estaban tallados en mi piel, eran azules y ardían como el maldito infierno. Tenía mi espalda recostada sobre el umbral de la cama, mi respiración se entrecortaba y mis ojos no dejaban de navegar entre el tono miel y un tono que desconocía, quizás era dorado, pero no lo sabía.

— Debes irte.. — hablé con dificultad pero no me moví, todo me dolía, sentía que los huesos comenzaban a quebrarse en respuesta al peso de mi propia magia.

— Joder qué... — su voz se perdió en alguna parte de su desesperación. — Yo te sentí y tú..qué..

Cerró la puerta a sus espaldas y se acercó velozmente hacia mi tropezando con alguna ropa aleatoria que había lanzado al suelo la noche anterior, últimamente mi habitación luce como si la hubieran bombardeado setenta ángeles.

Sam - Entre sangre y cenizas. (Entre mundos parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora