Regresó.

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El sonido de mi celular sonando me obligó a levantarme, parpadeé velozmente intentando despabilarme y con torpeza dirigí mi mano a la mesita de luz a mi costado. Un pequeño mueble donde solía dejar a mi alcance las cosas importantes.

Cuando sentí el pequeño dispositivo debajo de mi mano lo tomé. Gruñí debido a la luz de la pantalla y deslicé mi dedo sobre la luz verde.

No estaba seguro de quién estaba llamándome a esta hora, solo Erick y Blake tenían mi numero, y no creía que alguno de ellos fueran los que decidieran llamar arbitrariamente.

— No le hagas caso solcito..por favor no hagas nada que.. — Erick gritó desde el otro lado de la línea y pude escuchar el sonido de algo romperse, me aterraba que sea el sonido de sus huesos rompiéndose. Su voz sonaba rota, estaba llorando, podía sentirlo.

Me levanté de un salto y todos mis sentidos se despertaron, el fuego ardió en mi interior y pude sentir mis ojos arder.

Estaba perdiendo el control, y me importaba una mierda.

— Maldito hijo de puta tócale solo un jodido cabello y te asesinare.. -  dije entre dientes, un tono de voz oscuro se apoderó de mi pero lo dejé hacerlo.

Escuché una risa, su risa. Apreté el celular con fuerza entre mi mano y los recuerdos me golpearon. Mi piel ardió y las llamas azules jugaron con los vellos de mi piel.

Todo era azul, todo era fuego.

Los recuerdos, sus manos recorriendo mi cuerpo, su voz contra mi oído, la navaja rozando mi piel. Todo, estaba allí, mostrándose ante mis ojos.

Se lo haría a él, lo destruiría.

— Haré más que eso..y lo sabes.. — susurró con aquella asquerosa voz cargada de deseo. — No puedo llegar a Blake, pero a esta mascota que te trajiste..será fácil..

No sentía dolor, sentía odio, la ira me estaba consumiendo por completo, podía sentir el fuego, aquella llama celestial, tomándome por completo.

Azul
Azul
Todo lo que veía era azul..

Era él, era Aaron Seynek, todos estos años él había estado aquí, siguiéndome, esperando el momento exacto en el que Blake ya no estuviera aquí, siendo mi protección.

Antes me aterraba siquiera pensar en volverlo a ver, en ver aquellos ojos o escuchar esa asquerosa voz, me aterraba que me volviera a tocar.

Todo este tiempo estuve escondido en el miedo, en el peso de la sangre en mis manos, en los recuerdos con Thomas, en aquel día en ese maldito cubículo donde..

Él me arrebató todo, donde sus manos tomaron mi cuerpo, donde su voz me hizo sentir pequeño y asqueroso. Me arrebató mis alas, todo lo que me hacía aún ser un ángel.

— Por favor no le hagas daño...— la voz de Erick suplicándole que no me hiciera daño llegó a mis oídos.

Era humano, y era más valiente de lo que yo jamás he sido. Tenía a ese asqueroso depredador con él, y todo lo que pudo decirle es que no me hiciera daño.

Estuve años siendo mi propio mártir, llorando y culpándome, arrastrando todo a mi paso entre lágrimas y rencor. Había sido un cobarde.

No debería usar mi magia, no tan cerca de mi cumpleaños. Era peligroso tentar a mi naturaleza, pero me importaba una mierda.

No le haría a él lo que me hizo a mi, no se lo permitiría.

El grito desgarrador de dolor de Erick me regresó al presente, cerré mis ojos con fuerza y el fuego navego sobre mi piel iluminando la oscuridad de mi habitación.

Sam - Entre sangre y cenizas. (Entre mundos parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora