¿Hace cuánto estás aquí, lobo?

4 0 0
                                    

El fuego se apagó lentamente y tan solo quedó mi piel, los símbolos se fueron disipando, incluso las voces perdieron su fuerza. Pero mis lágrimas seguían allí. Mi cuerpo temblaba al compás del llanto que inundaba el bosque, me dolía demasiado.

El dolor se sentía en todas partes, como leves dagas que se incrustaban en mi piel, recordaba ese sentimiento, no era físico, se sentía como si..

Mi corazón doliera.

No podía descifrar de dónde venía el dolor, no podía escucharme, sabía que dolía, porque mi corazón ardía como si aún el fuego lo rodeara.

El lago resplandecía debajo de la luna, recordé aquella charla con Thomas, fue la última vez que realmente lo miré, fue la ultima vez que fuimos nosotros. Luego todo se fue rompiendo hasta que no quedó nada..

-Flashback.-

Lucía tan hermoso debajo de la luna, su cabello azabache caía sobre sus ojos y no dejaba de sonreírme, se veía tan especial viéndome como si quisiera sostener mi rostro entre sus manos y besarme incontables veces.

— Eres tan hermoso.. — murmuré embobado, me dedicó una sonrisa y caminó hacia mi.

Me encontraba arrodillado de espaldas al río, mis manos estaban sobre mis piernas levemente apoyadas, mis ojos brillaban en aquel dorado que me delataba, mis alas estaban extendidas, la brisa me causaba leves escalofríos.

Se arrodilló enfrente de mi cuerpo, sus alas se extendieron detrás de su espalda, el contraste entre las mías blancas y las suyas negras era algo realmente hermoso de ver.

— Tú lo eres.. — dijo en voz baja y sus manos se dirigieron a mis mejillas acunando mi rostro entre ellas. — Mi dulce ángel. — susurró acariciando la piel de mi rostro con suavidad y delicadeza.

Una sonrisa adornó mis labios, suspiré cerrando mis ojos, me sentía a salvo allí, me sentía en casa. Sus manos acariciaron mi pecho desnudo dibujando pequeños círculos imaginarios. Relamí mis labios cuando aquellas caricias se extendieron por mis caderas, abrí mis ojos al sentir mis alas responder a su toque, las plumas danzaron entre sus dedos.

— Tus alas son hermosas.. — dijo admirándolas. Su voz era calma y cálida.

Se veía tan jodidamente hermoso, la luna iluminaba su cuerpo, su piel parecía brillar debajo de ella. acercó mi rostro al suyo con sus manos regresando a mis mejillas, nuestros labios se rozaron reclamándose con timidez.

— Sabes que nunca seré bueno para ti.. — murmuró sobre mis labios dejando un casto beso.

— No digas eso. — respondí frunciendo mi ceño, pero la cercanía me impedía molestarme.

— Sabes que es verdad cariño...— sus labios atraparon los míos y sus manos se deslizaron por mis antebrazos erizando los vellos de mi piel. — Pero se siente lindo aún tenerte.

— Siempre me tendrás. — prometí perdido en el toque de sus manos y el calor de su piel sobre la mía.

Prometíamos y prometíamos intentando aferrarnos, éramos dos niños incapaces de sostenerse la mirada sin poder evitar gritarle al otro cuanto lo amaba, éramos inocentes y torpes. Nuestros besos eran acalorados y húmedos, sus manos parecían querer moldear mi cuerpo entre ellas.

No éramos humanos, pero la torpeza inocente de perderme en sus brazos, en que él se pierda en mis besos, fue lo más humano que creí sentir.

Sus alas chocaban con las mías, mi energía respondía a la suya, todo de mi respondía a él. A pesar de ser más alto que él y quizás ligeramente más grande, me sentía pequeño a su lado, me sentía protegido.

Sam - Entre sangre y cenizas. (Entre mundos parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora