TRES

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Daniel

Sigo recordando esa mañana una y otra vez en mi cabeza, ha pasado una semana desde que volvimos a casa desde Colombia y no he dejado de pensar en ello. No sé cómo fui tan descuidado, ella ni siquiera me gusta. Entonces, ¿por qué lo hice? ¿Por qué tuve que follarme a Sandra Reyes? Ella ni siquiera se acuerda de esa noche, y para ser sinceros, yo tampoco. Lo único que recuerdo es haber bebido tanto que mi cabeza estaba dando vueltas solas. Me desperté en su cama a las siete de la mañana, en cuanto me di cuenta de dónde estaba salí corriendo a la habitación de invitados que Mario me había prestado en mi estancia en su casa. Por suerte, nadie me vio saliendo de allí, si alguien lo hubiera hecho ya estaría muerto por haber tocado a quien no debía.

Me froto las manos en los pantalones, desde que volví de Colombia siempre las tengo llenas de sudor, no puedo seguir así, mi hermano Gabriel va a notar que algo me pasa.

—¿Nervioso güerito?

—Vete a la chingada, Héctor.

Lo odio con toda mi alma, mi odio por él es proporcional al suyo por mí. Nunca me ha tratado como me trata Gabriel, siempre me ha molestado, desde que soy pequeño. No sé qué le hice, pero debió ser algo muy malo para que me odie tanto.

—¿Tu madre no tiene que alimentarte o algo así, bebé?

Aprieto los puños, lo que más me enoja de todo es cuando mete a mi madre en sus burlas. Ella siempre se ha portado bien con él, lo crio sin deber, le dio su cariño y amor, nunca hizo diferencias entre mis hermanos y yo. No sé qué le pasa a él con mi madre, por qué no es capaz de amarla como lo hago yo o lo hace nuestro hermano Gabriel. Quizás es que, simplemente, es un pendejo.

—A ella no la nombres— mascullo.

—Al bebé le molesta que se burlen de su madre.

Me levanto de la silla de un salto, fulmino a Héctor con la mirada.

—Deja en paz a mi madre— gruño.

Héctor sonríe. Levanto el puño para golpearlo, pero la voz de mi padre me congela.

—Daniel.

Mis ojos se desvían hacia él.

—No lo hagas— me dice.

—¿Por qué?— pregunto— No deja de molestarme.

—Ya sabes cómo es, no le hagas caso.

Mis dientes rechinan cuando aprieto la mandíbula. Bajo el puño lentamente.

—La próxima vez te golpearé— le digo a mi hermano.

—La próxima vez, tu madre y tú estaréis fuera de mi casa— murmura en voz baja para que nuestro padre no pueda oírlo— Sólo sois unos arrimados, sobre todo la cazafortunas llamada Melissa Thompson.

Me abalanzo hacia él, lo golpeo en la cara con mi puño varias veces antes de que mi padre me levante rodeando mi pecho con su brazo.

—¡Fuera de aquí!— le grita a Héctor.

—Es él quien se debe ir, esta casa es mía, yo estaba antes que él.

—Héctor, basta, entra en casa ahora mismo.

Mis ojos no abandonan a mi hermano mientras entra en la casa, salí a la piscina para distraerme un poco, el imbécil ha salido aquí sólo para molestarme, pues hoy no es el día.

Me libero del agarre de mi padre, sus manos se posan en mis hombros.

—¿Qué te pasa, hijo?

—Nada.

LA PRINCESITA #2.5 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora