NUEVE

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Daniel

Sandra se ha quedado dormida en cuanto hemos llegado a la casa de mis abuelos, no había dejado de llorar en todo el vuelo y así ha sido cómo se ha quedado dormida, llorando desconsolada por lo que sus hermanos le han hecho, se siente abandonada, mierda, la han abandonado y todo por mi culpa. Si ese niño no hubiera sido mío estoy seguro de que no habrían tenido ningún problema, se habrían enfadado, pero no la habrían echado de sus vidas.

Mario tiene razón, me follé a Sandra sin amarla, no la amo ahora, pero me gusta. Nunca me ha gustado una mujer como lo hace ella. Quiero cuidarla y mantenerla a salvo, no me gusta verla tan vulnerable, ojalá se despertara y peleara conmigo, quiero volver a ver el fuego en sus ojos.

Mi abuela pone otro plato de comida frente a mí.

—Nanny, basta, ya estoy lleno— le digo.

—Tonterías, tienes que comer más, estás muy delgado.

Mi abuelo se ríe, cada vez que vengo a casa de mis abuelos vuelvo a México con varios kilos de más, tendré que controlarme más ahora que voy a vivir aquí.

—Mañana iré a buscar trabajo— les digo.

—No necesitas encontrar uno tan rápido, tu abuela y yo podemos ayudaros.

Niego con la cabeza.

—No, abuelo, no quiero depender de nadie.

—¿Tu novia no va a comer?— me pregunta mi abuela— El bebé necesita nutrientes.

—Voy a dejarla descansar un poco, necesita dormir más que nada— contesto.

Mi abuela asiente. Subo a mi habitación después de haberme comido todo lo que mi abuela me ha dado. Sandra sigue dormida cuando entro en la habitación, no quiso dormir en una ella sola, dijo que se sentía sola. Me quito la ropa de encima, la noche ya ha caído sobre Cinco Ranch, el suburbio donde viven mis abuelos. Esta casa fue un regalo de mi madre para ellos, la compró con su sueldo de la empresa, ella misma pagó cada mes la hipoteca hasta que la completó hace años.

Es una casa grande para mis abuelos, tiene cuatro habitaciones y tres baños, uno en su habitación, otro en la planta alta y otro en la planta baja. La habitación de mis abuelos está al final del pasillo, Sandra y yo nos hemos quedado con la más cercana a las escaleras.

De pequeño siempre me gustaba venir aquí a jugar, el exterior de la casa está revestido de piedra, en mi imaginación era como estar en una cueva. La entrada a la casa es abierta, no está vallada, aunque hay cámaras de seguridad y una alarma dentro de casa. Al entrar en la casa hay un pequeño despacho a la izquierda, la escalera para subir está justo al lado, es de estilo caracol, pero más grande. El baño está bajo las escaleras, en realidad es sólo un aseo para las visitas, no tiene ducha. A la derecha de la entrada hay un arco en la pared que te da la entrada al comedor formal, a la izquierda del comedor hay una pasillo con una pequeña bodega empotrada en la pared, ese pasillo va a la cocina, el otro comedor y a la sala.

Mi abuelo reformó él mismo el sótano, hizo su pequeña cueva para hombres, ahí es donde invita a sus amigos para ver fútbol americano. El patio de mis abuelos es lo que más me gusta, he pasado muchas horas ahí jugando con los hijos de los sobrinos de mis abuelos, mi madre no tiene hermanos, así que esos niños fueron como los primos que nunca tuve. La piscina tiene una cascada con rocas, a Sandra le va a gustar pasar tiempo ahí, también hay una chimenea rodeada por sofás de exterior.

Me acuesto en la cama bajo las mantas, el cuerpo de Sandra está frío cuando pongo mis manos sobre ella, le dije que se pusiera ropa más gruesa, pero me dijo que no tenía, su ropa es toda de verano. Tendré que ir a comprarle algo para el invierno en Houston, mientras tanto, voy a dejarle mis sudaderas y mis pantalones largos de chándal.

LA PRINCESITA #2.5 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora