VEINTIOCHO

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Daniel

Doy un salto del coche en cuanto lo aparco frente a la casa de mis abuelos, le dije a Mason que trajera aquí a mi mujer y a mi sobrino cuando los encontrara. Le envió un mensaje a Tadeo para avisarnos de que ya los tenía en su poder.

Mi corazón da un vuelco cuando entro en la casa y escucho la risa de mi morrito, voy a la sala, mi esposa está sentada en el sofá aplaudiendo mientras tararea la banda sonora de Star Wars, mi morrito está sentado en su regazo, le da un bocado a su hamburguesa. Aún no se han dado cuenta de que los estoy mirando. Ella le da un beso en la sien, quiero a esa mujer de una maldita manera que no yo mismo entiendo.

—¡Tito!— me llama mi morrito emocionado.

Los ojos de mi esposa se posan sobre mí. Se levanta de un salto y corre hacia a mí con mi sobrino en sus brazos. Los rodeo a ambos con mis brazos.

Chiquita, estaba tan asustado.

—Estoy aquí, mi amor, estamos bien.

Miro a mi sobrino, tiene la boca llena de grasa y de kétchup de la hamburguesa.

—Lo has protegido, gracias— le digo a mi esposa.

—Jamás permitiría que le ocurriera nada a nuestro morrito.

Le doy un beso en los labios, con fuerza, no puedo ser delicado con ella en este momento y ojalá pudiera follarla aquí mismo, la haría mía de nuevo para demostrarle cuánto la amo. Ella rompe el beso.

—Nos están mirando— dice sonriendo.

Princesita.

Mi esposa suelta un jadeo, tomo a mi morrito en mis brazos.

—Hermanito— solloza mi mujer.

Se lanza a los brazos de Tadeo. Un hombre alto y rubio aparece subiendo las escaleras del sótano, se cruza de brazos mirando a mi mujer y a Tadeo. Miro a los otros dos hombres detrás de mí.

—Ese viejo gruñón es Mason— dice uno de ellos sonriendo.

—Uno de estos días le voy a llevar tu cadáver a tu padre, Kyden— contesta Mason.

Me acerco a él y estrecho mi mano con la suya.

—Gracias por salvar a mi mujer— le digo.

—Dile a Mario que estamos en paz, una vida por otra.

Frunzo el ceño.

—Me salvó hace algún tiempo de una isla desierta donde mi avión se estrelló, no dejó de buscarme en ningún momento.

Asiento.

—Se lo diré— le digo.

Tadeo se acerca para darle un abrazo.

—Gracias, amigo— le dice.

—¿Dónde está el cabrón?— gruño.

—En el sótano, atado de pies y mano, amordazado y vigilado por ocho hombres— contesta Mason.

Mi morrito me toma la cara entre sus manitas.

—Quiero dormir— me dice.

Sandra me lo quita de los brazos, lo acurruca en su pecho.

—Ahora vuelvo, chiquita.

Ella asiente.

Paso entre Mason y Tadeo, mis pasos son firmes mientras bajo los escalones hacia el sótano, doblo la esquina de las escaleras y me detengo, meto las manos en los bolsillos de mi pantalón. Mi hermano me mira, hay tanto odio en su mirada, nunca entendí qué fue eso tan malo que le hice para que me odiara de esa forma. Tampoco entiendo, ni entenderé, por qué ha intentado matar a nuestro propio padre. Él siempre se desvivió por todos sus hijos, nunca tuvo uno favorito, Gabriel, Héctor y yo éramos iguales a sus ojos.

LA PRINCESITA #2.5 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora