VEINTICINCO

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Daniel

La antigua habitación de mi hermano ha permanecido cerrada desde que mi patito murió aquí, nada ha cambiado, Teresa y otros trabajadores iban a limpiarla, pero yo no quería que lo hicieran y se lo impedí. Todo lo que queda de mi patito está aquí, su sangre en el suelo, en las sábanas. Siempre he sido el único que ha tenido la llave de esta habitación, no quería que nadie entrara y estropeara algo. Patty ha permanecido aquí encerrada, al menos su recuerdo. Falta una almohada, la que Sara se llevó, todo lo demás permanece intacto. Me siento sobre la gran mancha de sangre seca. Es la primera vez que entro aquí desde hace más de dos años, aún puedo sentir todo aquello que surgió en mi interior cuando entré en esta habitación y la vi desangrándose en el suelo. Fue lo mismo que sentí cuando vi a mi esposa dando a luz en el suelo de la cocina de casa de mis abuelos. Miedo. Dolor. Angustia. Ansiedad. Todos esos malos sentimientos me han arrollado desde que Patty se fue. Sandra logró calmarlos, mi esposa es lo mejor que me ha pasado en la vida, ella y nuestra hija son un regalo que no merezco.

Paso mi mano por la áspera madera, se ha deteriorado con el tiempo y la suciedad. Siento a Patty más cerca que nunca.

Fue él quien la mató, quien la llevó a suicidarse, acabó con su vida porque él la violó. Le quitó su primera vez, le quitó tanto. Intento recordar en qué momento pudo hacerlo, estábamos en la fiesta. Perdí a Patty de vista porque vi a una mujer que me gustaba, si tan sólo no hubiera estado pendiente de lo que no debía, quizás ella seguiría con vida, le habría presentado a Sandra, se llevarían bien, estoy seguro.

—Lo siento, patito, debí haber estado más pendiente de ti.

—No fue tu culpa.

Levanto la vista del suelo, Sara tiene la nariz y los ojos rojos, llenos de lágrimas. Camina hacia mí y se sienta sobre la mancha conmigo, frente a mí. Toma mis manos entre las suyas.

—Mi luciérnaga murió por culpa de Héctor, no por tu culpa— me dice.

Niego con la cabeza.

BooBoo, ella murió por culpa de un puto enfermo.

—La extraño— lloro.

—Yo también, cada maldito día, cuando miro a Lucy la veo a ella y no puedo evitar que duela.

—Quiero matarlo, Sara Rosa.

—Lo harás. Gabriel me ha prometido que te lo entregará a ti.

—Voy a hacerle el doble de lo que él le hizo a mi patito.

Un pequeño cuerpo se asoma por el umbral de la puerta, mi esposa me observa con tristeza, no se atreve a entrar en esta habitación.

—Ella te necesita, BooBoo, no podemos permitir que Héctor le haga lo mismo que a Patty, la quiere.

—Por encima de mi cadáver se va a llevar a mi mujer— gruño— Ven aquí, chiquita.

Mi esposa da pasos largos hacia a mí, se acurruca en mi regazo, donde la abrazo con fuerza mientras llora. Sara acaricia el pelo de mi mujer.

—Lo siento mucho— solloza Sandra.

—No pasa nada, no es tu culpa, bunny. De hecho, gracias por recordarlo, nos has entregado al culpable de la muerte y el sufrimiento de mi hermana.

—¿Por qué lo has recordado ahora y no antes?— le pregunto.

Ella se encoge de hombros temblando, pero es Sara quien me fulmina con la mirada.

—Ha sufrido un trauma muy grande— espeta— Le golpearon el vientre y eso provocó que diera a luz, se estaba desgarrando por dentro, ¿cómo crees que iba a recordar nada?

LA PRINCESITA #2.5 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora