DIECIOCHO

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Daniel

Bajo las escaleras intentando no caerme, sigo dormido. ¿Quién coño llama al timbre tan temprano? No son ni las ocho de la mañana, necesitaba dormir, anoche nos dormimos tarde, mis padres decidieron hacer una cena en honor a mi esposa, invitaron a Mario y a Tadeo, Sandra no se separó de ellos ni un sólo momento. Parecía tan a gusto, por supuesto que lo estaba, tenía a sus hermanos a su lado.

Abro la puerta de un tirón, un hombre con pinta de repartidor me sonríe.

—¿Sandra Reyes?

—Hernández— gruño— Es mi esposa, ¿quién eres y por qué la buscas?

El hombre levanta las cejas, probablemente no haya sido muy sutil con el tono amenazante.

—Soy de la empresa Baby World, tengo una entrega urgente para su esposa.

—¿Qué...? ¿Baby...?

—Baby World— repite— Ayer hicieron una compra con entrega en esta dirección.

—No he comprado nada.

El hombre sonríe.

—Eran dos hombres quienes compraron en la tienda, piel aceitunada, altos, demasiado— murmura— Ojos como el mar caribe.

—Putos cabrones— murmuro— Deje por ahí todo lo que haya traído— le digo señalando hacia el comedor formal.

—Entendido, señor.

Le hace un gesto a los dos hombres que están junto a una furgoneta, comienzan a descargar cajas y cajas del interior. ¿Qué coño han comprado esos dos? Cuento unas diez cajas, todas ellas parecen llenas, muy llenas.

—Esto venía con entrega especial— me dice el repartidor entregándome una percha con una funda.

—¿Qué se supone que es esto?— le pregunto.

—No puedo decir nada, es una sorpresa para la futura madre.

El maldito repartidor camina hacia la puerta.

—Si es tan amable de firmar aquí— me dice.

Agarro el bolígrafo que me ofrece y firmo donde me señala.

—Que tengan un gran y maravilloso día— dice con una estúpida sonrisa.

—Yo sólo quería dormir un poco más— gruño.

Doy un portazo. La funda que aún mantengo en mi mano se mueve con el aire que provoca el movimiento de la puerta. Me pregunto qué habrá aquí, por qué tanto secretismo. Engancho con mis dedos la cremallera de la funda, pero un carraspeo me interrumpe.

—Creo que eso no es para ti— dice mi madre— Lo he oído todo, Daniel Hernández Thompson deja esa funda cerrada.

Un gruñido de frustración me abandona. Quiero saber qué hay bajo esta funda. Mi madre me la quita de las manos.

—Yo la protegeré, ve a despertar a tu esposa, se va a poner muy feliz cuando vea lo que hay en esas cajas.

—¿Tú lo sabías?

—Claro que sí. Vamos, ve a despertar a mi niña.

Pongo los ojos en blanco, es estúpido discutir con mi madre cuando se le mete algo en la cabeza, sobre todo si da una orden, como acaba de hacer conmigo. Subo los escalones pisando fuerte, escucho a mi madre reírse, lo que me hace sonreír. Entro en la habitación, el suave ronquido de mi esposa me invita a volver con ella a la cama y despertarla de otra forma que sé que le encantará. Me meto bajos las mantas por sus pies, le abro las piernas con cuidado, no es así como quiero despertarla. Echo sus bragas a un lado y hundo mi nariz en su coño, huele a puto algodón de azúcar, como el de las ferias. Le doy una larga lamida.

LA PRINCESITA #2.5 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora