VEINTISIETE

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Sandra

Aprieto a Martincito contra mi cuerpo, me necesita más que nunca para protegerlo. Héctor sonríe mientras me mira.

—Atrévete a hacernos algo y te mataré— lo amenazo.

Entraron en la hacienda, mataron a tantos de los guardias, Nelson fue el último en caer, lo mató porque me estaba protegiendo. Luego mi hermano intentó protegerme, pero le supliqué que cuidara de mi hija, varios de esos hombres que entraron dispararon a Mario en el pecho mientras intentaba proteger a mi patito. Sé que sigue vivo porque me dio su palabra de que protegería a Patty, también vi a Sofía golpeando a todos los hombres que querían matar a mi hermano. Nos sacaron de la casa, a Martincito y a mí, nos metieron en un coche y luego en este avión de carga pequeño. No sé cuánto tiempo llevamos volando y tampoco sé a dónde nos llevan. Lo único que entiendo y sé es que, en estos momentos, debo proteger a Martincito. Es sólo un bebé de dos años que no entiende qué está pasando. Tengo que pensar en algo para escapar en cuanto aterricemos, no podemos ir a donde sea que quieren llevarnos, estaremos perdidos. Héctor está ahora tranquilo, pero no durará mucho tiempo.

Le doy un beso en la cabeza a Martín, no deja de sollozar.

—Haz que se calle o lo haré yo— dice Héctor.

—Puedes irte a la mierda o mejor, muérete y hazle un favor a la humanidad.

—Tengo tantas ganas de domarte.

Se me escapa una risa. Es un pobre iluso si cree que lo va a lograr.

—Puse al Rey y al Güero a mis pies, ¿crees que vas a poder domarme? ¿Tú? ¿Un enfermo hijo de puta? ¿Un violador y asesino?

Me rio más fuerte. Se levanta de su asiento y camina hacia a mí, levanto mi pierna y lo golpeo con la planta de mi pie en su apestosa entrepierna. Se dobla por el dolor que le he provocado.

—Vuelve a acercarte y te joderé más, no vas a tocarnos ni a mi morrito ni a mí.

—Ya lo veremos— su voz sale en un doloroso gemido.

No le quito la vista de encima mientras se incorpora para volver a su asiento y lo sigo vigilando el resto del vuelo, no ha durado mucho, sospecho que no estamos muy lejos de Reynosa. Creo que ya sé lo que tengo que hacer para escapar, no sé cómo va a salir, espero que bien. Necesitamos huir, escapar de estos cabrones.

Morrito— susurro en su oído sin dejar de mirar a Héctor— Voy a salir corriendo, tienes que sujetarte muy fuerte a mí, ¿de acuerdo? No te sueltes.

—Vale— contesta en voz baja— Te amo tita.

—Y yo a ti, vamos a volver a casa, te lo prometo.

—¿Qué le estás diciendo?— me pregunta Héctor.

—Que eres un hijo de puta.

Emite un gruñido, pongo los ojos en blanco, antes me incomodaba, me sentía asustada a su lado. Ahora no, lo veo tal y como es, un loco que cree ser algo que no es, me da pena, no miedo, siento tristeza por él, nunca sabrá ni conocerá el amor, estará solo siempre.

Uno de los moteros me levanta del suelo por el brazo, Martincito se aferra a mi cuerpo con sus brazos y piernas. Lo sujeto con mi brazo libre, uno que voy a necesitar en cuanto estemos fuera del avión. La rampa trasera se abre.

—Andando— me ordena el motero a la vez que me empuja.

Creo reconocer este aeropuerto, mis ojos captan unas motos, Pedro me enseñó a manejar la suya, no son exactamente iguales, pero me servirán para huir.

LA PRINCESITA #2.5 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora