Sandra
Gala, Sofía y yo gritamos a la vez, hace meses que no las veo. Nos damos un abrazo grupal, tiro de la mano de Cami para que se una a nosotras. Le doy besos a Sofía y a Gala sin romper el abrazo, las he echado de menos.
—¡Sisi!
Su grito me calienta el alma, mi pequeñito se agarra a mi pierna con fuerza, comienzo a llorar en el hombro de Sofía.
Miro hacia abajo, los ojos verdes de mi hermano están llenos de lágrimas mientras me observa, está mucho más alto, ya me llega por la cadera.
Sofía me ayuda a ponerme de rodillas en el suelo. Acaricio la cara de Adrián con mis manos y limpio sus lágrimas.
—No vas a irte nunca más, ¿verdad? ¿Vas a volver a casa?
—Aún no, pero ahora podremos vernos más seguido.
Hace un puchero con su labio inferior, sólo tiene cinco años, es un bebé que no entiende lo que está pasando entre sus hermanos, lo único que ve es que su hermana se ha ido de casa, que hace cuatro meses que no la ve en persona y que ya no tenemos nuestras noches de película. Meto mis dedos entre sus rizos rubios, son tan suaves como recordaba.
—Mañana por la noche veremos una película y dormirás conmigo— le digo.
Sus ojos se iluminan, es como si una habitación a oscuras hubiera sido iluminada con millones de bombillas encendidas. Una enorme sonrisa se dibuja en su cara, sus brazos se envuelven alrededor de mi cuello. Absorbo su olor, el que tanto he añorado, sigue oliendo igual, una mezcla entre él, James y mamá.
—Te amo mucho, sisi.
—Y yo a ti, mi pequeño.
Le doy un beso en la mejilla antes de ponerme de pie, mi madre me mira con Pablo y Aslan en sus brazos, mi hermanito y mi sobrino están tan grandes, desvío la mirada hacia Luna, ella también ha crecido, su pelo está mucho más largo, ya le llega por los hombros, es tan oscuro como el de su madre, casi negro azabache. Se aferra a los brazos de James, al igual que Samuel, es idéntico a Sofía, tiene sus ojos y su pelo negros. Y Valeria... ella ni siquiera me mira, apenas he compartido tiempo con mi pequeña hermana, sigue tan guapa como la última vez que la vi, sólo hemos podido vernos por videollamada. Mi corazón se aprieta, sólo han pasado cuatro meses y han cambiado tanto.
Se me escapa un sollozo, los brazos de mi esposo me sujetan, me aprieta contra su pecho. No esperaba que estuvieran tan cambiados, apenas puedo reconocerlos, Aslan ni siquiera sabe quién soy.
—No me conocen— sollozo con dolor.
—Chiquita, cálmate, por favor.
Una mano se posa en mi espalda.
—Mi niña, ellos saben quién eres, les hemos hablado de ti todos los días.
—¿Y por qué me miran como si fuera una extraña, mamá? Ni siquiera Luna me reconoce.
Miro a mi sobrina por encima de mi hombro. Sus ojos se abren de pronto.
—¡Papi!— chilla.
—Hola, princesa— contesta Mario.
Frunce el ceño cuando me mira.
—¿Qué te pasa, mamita?
Niego con la cabeza.
—Luna te está llamando— le digo— Ve con ella.
Mario acaricia la parte trasera de mi cabeza.
—¿Qué te pasa?— insiste.
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LA PRINCESITA #2.5 [Disponible en físico]
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