Daniel
Se mudan a la hacienda, Mario y Sofía se mudan a la hacienda con mi familia, vivirán provisionalmente en mi lado de la casa. Gabriel ya ha mandado a un arquitecto a diseñar una casa grande para él y su familia a pocos metros de la casa principal. Es probable que Tadeo y Gala también se muden, así que la casa va a ser bastante grande por si deciden venirse a Reynosa. James y Mariela también se mudan. Mi esposa es quien más feliz está con todo esto, no ha dejado de sonreír, aunque las noches son otra historia. Tiene constantes pesadillas, Mario tiene que calmarla mientras yo calmo a Patty, que la despierta con sus gritos. El psiquiatra ha hablado con ella, está traumada por lo que pasó, Héctor le hizo mucho daño psicológico, ella cree que va a volver para llevársela.
Estamos a punto de subir al avión, Sandra ha recibido el alta hospitalaria, mi hija la recibió hace unos días, la he estado cuidando con la ayuda de Tadeo, nos hemos quedado en casa de mis abuelos, Mario se quedaba con mi esposa en el hospital por las noches, durante el día se quedaba mi padre con ella y yo en el hospital con mi mujer. Mi madre no se ha movido del lado de mi abuela, que también recibirá el alta en unos días y podrá viajar a Reynosa, está evolucionando bien. También está muy asustada por lo que pasó, llora todo el tiempo, ella amaba a Héctor. Mi abuelo está enfadado, muy enfadado. No debe preocuparse, en el momento en que mi hermano encuentre a ese cabrón voy a torturarlo por lo que le hizo a mi esposa y a mi abuela. Estoy deseando poner mis manos sobre él, Mario me ha dado algunos consejos de tortura, me ha regalado un juego de cuchillos y veneno de una rana del amazonas, dijo que ese veneno multiplica el dolor en el cuerpo, cualquier roce le dolerá como si un rayo le hubiera impactado.
Sandra tamborilea los dedos sobre sus rodillas, está muy nerviosa desde que hemos salido del hospital. Mira hacia todos lados, buscando a Héctor.
Pongo mi mano sobre la suya deteniendo el movimiento de sus dedos.
—Lo siento— se disculpa en voz baja.
—Todo está bien, chiquita, en una hora y veinte minutos estaremos en el aeropuerto privado de Reynosa y de ahí a la hacienda, que está vigilada por hombres armados hasta los dientes.
—No puedo evitarlo, Dani, es una inquietud dentro de mí.
—¿Te has tomado la medicación que el psiquiatra te recetó?
Ella asiente con la cabeza, entrelazo sus dedos con los míos, quiero que se sienta segura, estamos seguros. Llevamos un coche delante y otro detrás protegiéndonos, Mario conduce este en el que estamos, Tadeo va delante con él. Los tres vamos armados, Sandra lleva su propia pistola, ella sabe defenderse, su hermano la enseñó a usar una cuando tenía diecisiete años.
—Sara y Amara han preparado la habitación para cuando Patty sea más mayor.
Le digo estas palabras a mi esposa con la esperanza de que se relaje y se olvide de Héctor.
—Gracias— contesta en voz baja.
Es inútil, no puede olvidarse. Mario me mira a través del retrovisor del coche, necesitamos encontrar algo para que Sandra pueda relajarse y dejar de pensar en quien no debe. No deja de pensar en lo que recordó, Héctor le dijo antes de huir de la casa de mis abuelos que volvería a por ella, hemos doblado la seguridad. No es suficiente para Sandra, se sigue sintiendo insegura, esto sólo mejorará cuando tenga a Héctor en mis manos.
Mario detiene el coche junto al avión de mi familia, sus hombres van en el suyo. Salimos del coche a la misma vez, excepto Sandra, parece perdida en sus pensamientos. Me inclino hacia adelante, apoyando mis manos en el techo del coche, me asomo al interior.
—Chiquita— la llamo, sus ojos se posan en mí— Hemos llegado.
Desabrocha el cinturón de seguridad de nuestra hija y la toma en sus brazos, la ayudo a salir del coche. Rodeo sus hombros con mi brazo.
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LA PRINCESITA #2.5 [Disponible en físico]
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