🥀 ; 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖚𝖓𝖔.

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Con su reloj de bolsillo en mano y el suave meneo del carruaje andando, el pastor Lee Sungjae observaba la hora y contaba los minutos faltantes para llegar a la aldea que le había sido asignada.

A su lado iba su bella mujer cuyo vestido era elegante y llevaba un tocado alto; murmuraba un rezo con los ojos cerrados mientras sostenía un rosario blanco entre sus delgadas manos.

Frente a ella su único hijo, Lee Félix, un joven delgado de cabello rubio y con un rostro lleno de sutiles pecas, se encargaba de apreciar el paisaje que la pequeña ventanilla del carruaje le permitía contemplar.

Los enormes árboles del bosque creaban una sombra densa para la hora que marcaba el reloj y era cubierto por una fina capa de niebla que descendía poco a poco.

El sol regalaba tenues rayos de luz porque las nubes grises, que anunciaban la pronta llegada de una tormenta, predominaban e impedían su paso.

El cierre de la pequeña tapilla del reloj que sostenía su padre, llamó la atención de Félix. Girando su cabeza en dirección a aquel hombre, cruzaron miradas y éste le regaló una sonrisa afable, que fue bien correspondida por el más joven.

Deteniéndose el carruaje, la señora Lee pausó sus rezos y un profundo suspiro escapó de su boca mientras guardaba el rosario en su pequeño y fino bolso de mano.

—Sé que estás nerviosa por este nuevo cambio, querida —habló el hombre, sosteniendo con fuerza la mano más próxima de su mujer—. Sobretodo por los rumores que envuelven a Bukchon.

—Rumores que me parecen ridículos en su totalidad, si me permiten decir —agregó el joven rubio, bajando la cortina de la ventanilla.

—No deberías subestimar los relatos que se hablan sobre está región, Lee Félix —regañó la mujer, dándole un pequeño golpe en la pierna con su abanico.

—Solo digo la verdad —se encogió ligeramente de hombros y resopló—. Las personas deberían ser de mente más abierta y no dejarse engañar tanto por simples y absurdos cuentos de terror.

—Deberías mantener esas opiniones para ti si no quieres tener problemas.

El pastor Lee miró con recelo a su único hijo varón luego de que soltase aquel comentario, pero no se atrevió a reprocharle algo más.

Él y su esposa fueron los primeros en bajar del carruaje mientras que el cochero ya había comenzado a descargar el equipaje de la parte trasera.

Ante la elegante pareja se encontraba la iglesia, una amplia estructura hecha completamente de piedra y que parecía ser la edificación más grande de aquel lugar, luego de la alcaldía.

La mujer volteó a ver a su marido, quién le proporcionó un dulce beso en la mejilla dándole a entender que, una vez dentro, se encontrarían seguros.

—Pastor Lee Sungjae —saludó cortésmente un joven de rizos castaños que salía del interior de la iglesia y cuya vestimenta hacia juego con su cabello, a excepción de sus botas negras que abrazaban sus piernas y la camiseta blanca de manga larga—. Me presento: mi nombre es Han Jisung.

Se acercó a la pareja e hizo una reverencia que fue bien correspondida por ambos. El pastor Lee Sungjae hizo un ademán con su diestra señalando a su mujer para presentarla.

—Un gusto conocerle, Han Jisung —respondió el hombre—. Le presento a mi esposa: Lady Isabella Lee.

—Un placer en conocerle, joven Han —con un asentamiento ligero de cabeza, la bella mujer saludó.

El joven observó el fino rostro de aquella mujer y con una afable sonrisa, volvió a presentar una reverencia ante ella.

—Les doy la cordial bienvenida a la aldea de Bukchon.

BISSED • HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora