Durante su visita en la aldea, Lee Félix y Han Jisung no volvieron a hablar acerca de los acontecimientos ocurridos hace un par de años, pero las dudas continuaban recayendo sobre ellos, como era de esperarse.
Aun así, decidieron guardarse todo aquello para cuando volviesen al templo y pudieran hablar con calma, aunque este tampoco era un buen lugar para conversar sobre todo lo que estaba sucediendo.
Félix comenzaba a sentir que sus opciones se estaban agotando, ya que las dos últimas alternativas que se le habían ocurrido, eran sumamente arriesgadas, pero no encontraba otra forma de llegar al fondo de todo antes de que el caos los alcanzara.
Queriendo no pensar más en ello durante ese momento, Félix intentó distraer su mente preguntando a los vendedores acerca de varios alimentos o productos que tenían en sus pequeños puestos.
Sin embargo, algo más logró llamar su atención. Cerca de donde se encontraba, estaba la casa de aquella mujer que le obsequió el amuleto. Echándole un rápido vistazo, se vio tentado a dirigirse hacia ella.
Metió su mano al bolsillo de su pantalón y extrajo de esta el amuleto con la rosa. Lo contempló por varios segundos sobre la palma de su mano mientras las últimas palabras de Hwang Hyunjin resonaban en su cabeza una y otra vez.
Inhalando profundamente, cerró su mano en puño y alzó la mirada para buscar a su mejor amigo e irse de ese lugar, pero no lo vio por ningún lado, así que sus ojos se volvieron a encontrar con la entrada de aquella vivienda.
Sus pasos se dirigieron hacia ella como si estuviesen siendo guiados por una extraña energía que provenía del interior.
Intrigado, y sin llamar previamente a la puerta, se atrevió a abrirla para poder ingresar, dándose cuenta de que el espacio seguía luciendo igual de desastrosos que la primera vez.
—Lee Félix —escuchó la voz de Ahn Jiwoo proviniendo de algún oscuro rincón—. Estás de regreso.
Tragando fuerte, el rubio cerró la puerta a sus espaldas y mantuvo su postura firme mientras asentía ligeramente.
—Necesito hablar con usted —mencionó él, avanzando un par de pasos hacia al frente.
—Toma asiento —indicó la mujer, revelándose ante la tenue luz de las velas.
Félix hizo caso y, tan pronto tuvo a la mujer sentada frente a él, dejó el amuleto sobre la mesa, debajo de sus narices. Ahn Jiwoo abrió sus ojos con sorpresa y una sonrisa ladina apareció en sus labios.
Lo tomó y lo observó con detenimiento, pareciéndole algo usual a Félix, aunque la mujer tenía en su rostro una expresión burlona cuando lo volvió a dejar en su lugar anterior.
—¿Vienes a devolverlo? —preguntó, alzando su mirada hacia el rubio.
—Quiero saber la validación de sus palabras cuando vine aquí buscando su significado —respondió de inmediato, recargándose en el respaldo de la silla.
—¿Estás dudando de lo que dije? —inquirió la mujer, ladeando suavemente la cabeza. Félix respondió encogiéndose de hombros—. Lo que mencioné aquella ocasión es tan verdadero como el amor que crece cada día entre tú y el príncipe de los Coventy.
—¿Cómo está tan segura de eso? —indagó el rubio, entrecerrando los ojos—. Si una criatura del infierno fuese capaz de sentir amor, no se atrevería a herir a quién ama. Arriesgaría todo sin importarle nada...
Ahn Jiwoo guardó silencio un par de segundos y se encargó de escudriñar al joven frente a él con ojos inquisidores.
—Así que, ahora mismo, el príncipe y tú están enfrentando el más grande de los obstáculos, ¿o me equivoco?
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BISSED • Hyunlix
Fiksi PenggemarLee Félix, un joven que vive bajo sus propias creencias e ideales, piensa que todo lo que se dice acerca de criaturas nocturnas solo son absurdos cuentos de terror para sembrar miedo en las personas y tenerlas controladas. Sin embargo, su perspectiv...