🥀 ; 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖛𝖊𝖎𝖓𝖙𝖎𝖙𝖗𝖊𝖘.

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Con la llegada del mediodía, Félix y Jisung se encontraban de regreso al templo. Andaban por el enorme puente de piedra, sosteniendo las riendas de sus caballos que caminaban detrás de ellos.

Mientras el silencio se cernía en ellos, lo único que era capaz de disiparlo eran los cascos de los corceles resonando con cada paso que daban sobre las rocas. De nuevo los dos sumidos en sus propios pensamientos.

Sin embargo, para Jisung comenzaba a volverse un poco molesto por lo que giró hacia un costado, encontrándose con el perfil de su único amigo.

Extrañamente, a sus ojos, el rubio lucía tan perdido en cualquier cosa que estuviese cruzando por su mente en ese momento; su rostro era poco expresivo y, por tanto, supuso que el nombre de Hwang Hyunjin no estaba siendo tan relevante.

—Félix —llamó Jisung, captando su atención—. ¿Me contarás lo que sucedió en el bosque?

El rubio cruzó fugazmente miradas con su castaño amigo e inhaló profundo, reteniendo el aire por unos segundos.

Finalmente, lo soltó en un pesado suspiro y, con un asentimiento de cabeza, le dio una respuesta a Jisung.

—¿Por qué regresaste ahí? —indagó el de rizos castaños—. ¿De qué bestia hablabas en la mañana?

Antes de darle respuesta a todas las preguntas que el castaño le había hecho, Félix se dedicó a observar su alrededor con cuidado solo para asegurarse de que nadie estuviese cerca, pues de ser todo lo contrario, podrían meterse en problemas.

Por suerte, el camino hacia el templo era poco concurrido por los habitantes de la aldea; algo que llevó a Félix a pensar en que solo iban a tierras sagradas cuando querían poner sus vidas a salvo.

—Ten más cuidado —le reprochó el rubio en voz baja—. Podrían escucharte...

Jisung, alertándose ante aquel comentario, miró hacia atrás suponiendo que había alguien siguiéndolos y, cuando estuvo a punto de reprochar su imprudencia, se dio cuenta de que no había nadie más por el lugar que andaban, así que no dudó en mirar inexpresivo a su rubio amigo.

Félix se echó a reír y, como consecuencia, recibió otro empujón por parte de Jisung.

—No es divertido —comentó el castaño, fingiendo estar molesto.

—Debiste ver tu cara —respondió Félix, tratando de controlar su risa.

—¡Félix, concéntrate, carajo!

—Ya, ya. Lo siento.

El nombrado luchó por contener su risa, apretando sus labios con fuerza, pero la diversión en sus ojos era notoria. Jisung, sin poder evitarlo, terminó uniéndose a él, soltando una risita por lo bajo.

Ambos chicos inhalaron al mismo tiempo para calmar su risa y retomar la seriedad del principio. Soltaron el aire retenido y, cuando menos lo esperaron, se encontraban fuera del templo.

Félix se quedó observando la entrada por unos minutos. Pensar en que su madre estaba ahí dentro, pidiendo a algún ser poderoso que cuidara de los suyos, lo invadía una enorme tristeza.

La mujer no se merecía sufrir en silencio por el hombre que amaba, mucho menos vivir angustiada por la seguridad de su único hijo.

El rubio había aceptado formar parte de esa estúpida tropa gracias a la persuasión y la razón que le dio Jisung. Estaba claro que, siendo el castaño el que más tiempo tenía viviendo ahí, sabía algunos secretos que esperaba pronto le fuesen revelados.

—Vayamos a las caballerizas —habló Jisung, sacándolo de sus pensamientos—. Estoy seguro de que estos amigos están tan cansados como nosotros.

Con una pequeña sonrisa asomándose en sus labios, Félix asintió y ambos se dirigieron con pasos firmes hacia el lugar mencionado, encaminando nuevamente a los corceles al jalar de las riendas.

BISSED • HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora