Capítulo II

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-¿Cómo es él?

-Misterioso-Respondí recordando la única vez que le tuve enfrente-Alto, educado, con unos penetrantes ojos de un color singular, encantador y joven, como para estar ejerciendo de médico.

-¿Cuántos años crees que le sacas?

-No lo sé.-Me pase una mano por el pelo-Es casi imposible calcular su edad.

Habían pasado dos semanas desde que el doctor Cullen desapareció, sin dejar rastro y nadie sabía a qué se debía ese comportamiento.

La mujer de la recepción, cada mañana me entregaba una hoja que yo misma tenía que rellenar con lo que había hecho ese día. Así al parecer, Carlisle Cullen, estaba informado de cómo avanzaba.

Me llegué a replantear la idea de que me cambiasen de médico llamando a la facultad de medicina en Londres. Estuve a punto pero en el último segundo, cerré el portátil y lancé el móvil, que rebotó contra la mesilla.

-¿Te encuentras bien?-Preguntó Meadow al verme ya algo desesperada.

-¿Conocéis al doctor Cullen?

Su marido y ella se miraron entre sí.

-No creo que haya alguien en todo Forks que le conozca-Contestó Dan-Tanto él como sus hijos viven muy discretamente.

-¿Tiene hijos?-Inquirí con incredulidad.

Asintió moviendo la cabeza-Cinco en concreto-Me quedé boquiabierta-Adoptados, claramente. Dos de ellos, mellizos.-Explicó-Comparten el apellido de él, pero también utilizan el suyo propio.

-Hay que reconocer que son unos muchachos civilizados y amables.-Agregó Meadow-Él, los está educando a la perfección, ya que cinco chicos en plena adolescencia es un quebradero de cabeza.

-En los dos años que llevan aquí, nunca han dado ningún problema, ni siquiera en el instituto.

-¿Es padre soltero?-En ese instante vino a mi mente la foto que tenía Carlisle, sobre la mesa de su consulta.

-Sí-Afirmó Daniel.

-Muchas mujeres babean por él-Echó un vistazo a su pareja que se había cruzado de brazos-Yo, no-Aclaró-Pero ninguna de ellas consigue tener, aunque sean solo unos segundos, su atención.

Y aún así, no podía sacarle de mi cabeza.

Carlisle Cullen

-Solo tú atraes a los más extravagantes.-Habló Grace, sacándome de mi ensimismamiento.

Suspiré.

Al final acabé durmiéndome por agotamiento y en parte culpa de las horas extras echadas.

A la mañana siguiente, un ser diminutivo se subió a mí cama, zarandeandome, solo para que despertara.

Fingí un poco más, hasta que usó un peluche para empezar a golpearme.

–¿Vamos juntas al cole?–Ella lo decía a su manera.

Reí.

–Antes habrá que arreglarse un poco.

Después de buscar una ropa en su armario, del mismo color que la mía, ya que quería ir igual que yo, nos hicimos unas trenzas francesas.

–¡Qué guapas!–Gritó Meadow. Cogió su móvil que lo tenía en la encimera para sacarnos una foto.–¿Quién es el chico afortunado?

–A mi todavía no me gusta nadie–La pequeña se defendió poniendo cara de angelito.

–¡Ya cambiarás de opinión!–Sonreí.

–Y no tardando mucho–Corroboró su madre.

Desayunamos viendo álbumes que sacó Meadow de un mueble del salón.

El dulce sabor de La SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora