Prólogo

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Inglaterra.

El timbre sonó.

Me fijé en que había estado llorando, porque tenía los ojos hinchados a pesar de la sonrisa forzada que lucia en su rostro.

Dejó las cajas de cartón en el suelo para coger las cosas de las estanterías, dándome la espalda.

-¡Así qué, Estados Unidos!-Clavó su mirada en mí. Yo asentí-¿Tú sabes cómo es ese país?

-¿Grande?-Bromeé-Si se tiene en cuenta que es la mitad de Rusia y más enorme que China...

-¡Muy inteligente, Sherlock!-Me interrumpió.

Suspiré.

La facultad de medicina había mandando a los mejores alumnos, en los que me incluía, a terminar el último examen, esparcidos por el mundo, bajo la supervisión de un médico que a su vez estaría en contacto con el profesor Thompson, manteniéndole al tanto.

-¡Al menos dime cuál va a ser tu destino!

-Forks-Respondí-Está al noroeste del estado de Washington.-Intenté disimular el nerviosismo que corría por mi cuerpo, mientras preparaba la maleta.-Me he informando, los inviernos son muy fríos, mojados y nublados.

-¡Pero como en Londres, en ningún sitio!

-Lo se...

Continúe doblando mi ropa.

Londres.

¡Qué bonito y lejos me sonaba!

Grace y yo éramos amigas desde hacía muchos años.

Nuestra amistad empezó de la manera más extraña posible.

Ambas al coincidir en la misma clase, ella repitiendo porque así lo quiso, sentíamos que ya nos conocíamos de antes. Pero por algún motivo no nos caíamos bien.

¡Anda que no había niños para molestar en toda la clase!

Pues tanto ella como yo, buscábamos arruinar el curso a la otra, haciendo todo tipo de travesuras, hasta el punto de que acabé en el hospital con la pierna escayolada.

Me alivió o tal vez era el efecto de los calmantes que aquel doctor me había dado, la brecha en la cabeza que le hice, ya que a ella le quedaría una cicatriz de por vida.

Me dieron el alta en el mismo día a pesar de que debía de estar en revisión, por cortesía del médico, que ni siquiera trabajaba en el hospital, pero al parecer estaba de paso por Reino Unido y se ofreció a ayudar a todas aquellas personas que lo necesitasen.

-¿Qué le llevó a estudiar medicina?-Pregunté curiosa.

Él, levantó la vista de los papeles que andaba leyendo.

Debía admitir que me parecía demasiado joven.

-Me gusta aplicar mis conocimientos sobre la gente y evitar así, una muerte innecesaria.

-En muchos accidentes, las heridas son incompatibles con la vida.

Sonrió con dulzura.

-Tienes toda la razón.-Se acercó, sentándose al borde de la cama-¿Dónde has aprendido eso?

-No soy como los típicos niños que ven dibujos-Confesé-A mí me van más las series de policías, asesinos, forenses...

-¿Y qué me dices de los monstruos?

-Son seres mitológicos-Respondí. Algo me incitaba a tocar a ese hombre.-Algunos pueden hacerse pasar por humanos, incluso animales...-¿Esto era una conversación normal? Solo que en aquel momento no reparé en ello.-Inspiran miedo, terror y respeto.

El dulce sabor de La SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora