Capítulo V

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-Te dejo en la nevera el número del jefe de policía.

Meadow se estaba volviendo un poco paranoica con todo esto de los asesinatos.

No había día que en la tele no saliese algún caso y cada uno, más sospechoso que el anterior. Por lo menos para mí, ya que Daniel y su mujer no reparaban en pequeños detalles.

El siguiente fue un comerciante, conocido por muchos en Forks. Ni siquiera fue encontrado en su casa, que era donde se suponía que debía estar, según su familia.

Pero el patólogo que se encargaba de hacer la autopsia, confirmaba para casi todos lo mismo: las lesiones interiores, así como, desgarro de pulmón, rotura de la vena aorta, incluso, una contusión en el cerebro grave, impidiendo seguir viviendo.

A mí eso me olía a chamusquina.

¡Seguramente no se molestaba en hacer un análisis forense decente!

-No te preocupes-Murmuré.

-¿Y si viniese a casa el asesino?

-Con un poco de suerte, le asusto yo a él.

Seguía con mi muñeca vendada, aunque ya no me dolía y los días de reposo que el doctor Cullen me había puesto, así porque sí.

Los estaba cumpliendo a rajatabla porque Meadow se transformó en una versión peor que mi madre cuando caía enferma, obligándome a quedarme en la cama bajo tres mantas y dos edredones.

Estaba a ojo avizor cada vez que me sentaba en el suelo a jugar con Irish y sus muñecas, cambiándoles de ropa, cortándoles el pelo...Ellas habían aprendido a hacer paracaidismo, gracias a que a la inquieta de la familia, se le ocurrió tirarlas por la ventana. Luego iba Dan a recogerlas porque no le quedaba más remedio.

-No tardaré mucho, solamente haré unos recados...

-No estoy invalida-Suspiré-Pasate por el restaurante y así le echas una mano a tu marido.

-Me ha mandado un mensaje de que no hay mucha gente hoy.

¡Qué alegría!

-Aprovecha para pasar el día centrándote únicamente en tí-Insistí.

-Si lo que quieres conseguir es quedarte sola y así ir al hospital, ya te aviso que no te va a funcionar.

Ni siquiera lo había pensado.

-Portate bien-Continuó, despidiéndose con la mano.

Salí de la habitación en cuanto escuché el sonido de la llave.

La verdad es que Meadow ya lo había dejado casi todo echo, salvo lavar los platos, tender la ropa porque la lavadora aún estaba centrífugando y terminar de meter en las cajas de plástico los peluches que Irish dejaba tirados por todos lados.

Sonreí, recordando cuando me encontré uno con forma sandía dentro del horno. Ella estuvo horas buscándolo y se fue a dormir, creyendo que lo había perdido por la calle. Por la mañana su padre le dio una alegría, poniendo el peluche junto a su desayuno.

No tenía ganas de peinarme por lo que me hice una coleta. Después me puse una bolsa en la mano mala, así no se estropeaba el vendaje, y comencé a limpiar por la cocina.

Tal vez me cayese una bronca por parte de Meadow, pero quedarme quieta sin hacer nada, con una familia que ya para ellos era una hija, pues no me parecía correcto.

¡Quería ayudar!

Al oír el timbre, se me resbaló un plato, que chocó contra la encimera pero no se rompió. En cambio yo acabé con la camiseta empapada.

El dulce sabor de La SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora