Capítulo XXI

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Narra Carlisle.

Cazé.

No por necesidad, sino para apaciguar la ira que se había despertado en mí.

Algo que hasta ahora desconocía, ya que a paciencia nadie me ganaba.

Tal vez todo por lo que estábamos pasando, que no salíamos de una y nos metíamos de cabeza en otra, me empezaba a pasar factura.

Y al no ser humano, aquello se multiplicaba.

Apoyé la cabeza contra el tronco de un árbol, cerrando los ojos, disfrutando de la suave brisa de la noche y el silencio.

El cadáver aún continuaba a escasos metros de mí.

Jugueteé con algunas piedras, tirándolas con fuerza; a lo lejos oía como golpeaban con furia contra el suelo, incluso alguna pared, rompiéndola.

Sonreí.

No era propio de mí, pero me agradaba pensar que alguien enfadado saldría a buscar al responsable sin hallar a nadie a quien reclamar los daños.

Me levanté, mientras continuaba apoyado contra el árbol.

Observé el cuerpo.

Se lo había puesto fácil para que me atacase, de hecho me dejé, quedándome quieto mientras le incitaba a que inútilmente acabase conmigo.

Entonces escuché mi nombre.

Sí no volvía, acabarían peinando toda Irlanda en mi búsqueda.

Suspiré, echando a correr.

Podría haber saltado por la ventana, colandome como un ladrón hacia la habitación pero preferí abrir la puerta, haciendo el menor ruido posible para no despertarla.

Aunque cuando me acerque a ver si estaba durmiendo bien o tenía problemas de comodidad, sus ojos hicieron contacto con los míos.

-¿Cómo estás?-Pregunté arrodillándome.

-Intentando sobrevivir.

Pasé mi mano despacio por su vientre.

-Ya queda poco.

-¿Cuánto es poco para tí?

-Tienes la barriga baja y notas los movimientos de los bebes muy intensamente, por lo que andan escasos los dos de sitio.

-¡Y luego la Sabionda soy yo!-Sacudí la cabeza, incorporándome.-¿Me perdonas?

Me agarró del brazo tirando de mí.

A pesar de la oscuridad que reinaba y que ella apenas podía distinguir mi figura, yo la veía tan nítida, que sus párpados hinchados encogieron mi petrificado corazón.

El cansancio entre otras cosas más.

-¿Me has sido infiel?-Ella negó con la cabeza.-¡Ya me habías asustado!-Mis dedos acariciaron su cabello castaño.-Siendo sinceros, no puedo pretender que te guste otro hombre, pero yo siempre estaré enamorado de tí.

-¡Carlisle!-Su voz sonaba sin energía-Mi vida va a terminar y a empezar contigo, ¿no crees que es una prueba más que suficiente de qué solamente te voy a amar a tí? Aún cuando tú no quieras, yo voy a estar ahí.

Ella ni se imaginaba lo feliz que me hacía escuchar esas palabras de su boca. Algo dentro de mí, me llenaba de una inmensa alegría.

Sin embargo, eso se esfumó enseguida.

¡El qué tenía que pedir disculpas era yo y no ella!

Me sentía en gran parte responsable por todo lo que atravesaba y como ella lo llevaba lo mejor que podía, sin quejarse, ni mandarme lejos a pesar de que me lo merecía.

El dulce sabor de La SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora