Capítulo IV

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Carlisle había insistido en que me tomase unos días libres y a pesar de que Meadow creía que me vendrían bien para desconectar del trabajo, decidí al día siguiente ir al hospital.

Por si fuera poco, las cosas empeoraban.

Una oleada de crímenes arrasa en Port Angeles, Olympia, Spokane y por último Forks, dónde ya han sido encontrados los restos mortales de cuatro personas.

Leí en el periódico que Daniel, había dejado encima de la mesa.

-Al final, llevar un arma encima, va a ser la solución-Su voz hizo que me sobresaltase.

Sí tan solo sirviese de algo...

-¿Dónde consigues una?

-¡No es tan difícil!

Yo me levanté, llevando mis cosas del desayuno al fregadero.

-¿Te importa si me lo quedo?-Inquirí señalando el periódico.

-No, claro que no-Contesto Dan.

Terminé de arreglarme, cogí el paraguas ya que habían dado aviso en las noticias de fuertes lluvias y me di un paseo hasta el hospital.

No me resultó extraño escuchar a la gente hablar de lo que estaba sucediendo, nunca antes se había dado un caso así, ni siquiera la policía era capaz de entender lo que estaba pasando.

Sin embargo yo seguía con mi teoría de que no era una persona sola la que andaba asesinando a todo ser que se cruzase en su camino.

Tampoco me sorprendió encontrar al doctor Cullen de pie enfrente de su mesa, bastante arreglado por cierto, recibiéndome con una sonrisa.

-Eres muy testaruda.

-Creía que era sabionda-Repliqué.

-Tambien.

Le lancé el periódico que lo cogió al vuelo.

Justo lo había doblado por la página que estaba escrita todo sobre los homicidios.

-Han traído algunos cuerpos...-Habló casi para sí mismo-Están en la morgue...

Entonces se dio cuenta de que había dicho de más.

Arqueé una ceja.

-¡No!-Me avisó y su preciosa sonrisa se desvaneció.

-¿Por qué no se les práctica una autopsia?

-No es necesario cuando intuyes el motivo.

-Tengo que verlo para creerte.

-¡Otra vez!-Protestó-¡No juegues a ser forense!

-A diferencia de tí, yo quiero que la familia pueda tener la conciencia tranquila.

Salí de allí deprisa metiéndome en el ascensor.

Le di al botón de la planta más baja.

Inspiré profundamente antes de salir, para abrir la puerta a una gran sala, cuya temperatura debía de ser dos grados bajando porque hacía demasiado frío.

De pronto sentí que alguien ponía sobre mí una chaqueta.

Me asusté al girarme y comprobar que era Carlisle.

-No es un lugar para que estés sola.

-¿Y el patólogo que hace cuando viene aquí?-Pregunté temblando.

-No es lo mismo-Dijo pegandome a su cuerpo para darme calor. Pero el resultado fue el mismo que si me hubiese arrimado a uno de los muertos.-El patólogo está especializado para todo lo que hay aquí.

El dulce sabor de La SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora