Capítulo VII

97 8 0
                                    

Vampiro.

No tenía que haber sido casualidad que Carlisle dejase una nota acerca del Príncipe de Valaquia.

Dando así con la palabra clave de todo este asunto.

-Siento curiosidad por tu fecha de nacimiento.
-¿La quieres saber?
-¿Prometes ser sincero?
-Nací en 1640.

Vampiros, la leyenda inmortal.

Los libros que tenía esparcidos por la cama y el escritorio, solamente me servían para alimentar más mi mente, con todo lo que se imaginaba.

Fuerza física.

Entre veinte veces más a la que tenían siendo mortales.

Fuerza de voluntad.

Capacidad de controlar la sed y mantener la misma apariencia que cuando estaban vivos.

Un ser de aspecto saludable, pálido, con puntiagudos caninos y vulnerable a la luz del sol.

Algunos de esos libros eran prestados de la biblioteca. La mujer se me quedó mirando de forma rara pero continuo con su trabajo y no puso impedimento alguno para que me llevase seis que me habían llamado la atención.

Me pase una tarde entera, copiando los párrafos que quería estudiar más a fondo y sacando fotos con el móvil ya que los tenía que devolver cuando antes.

-Nunca había sentido nada parecido en trescientos sesenta años.

Carlisle Cullen.

Él no parecía ser el típico monstruo que provocaba daños y muerte, causando el terror entre los humanos, vengándose y de paso, saciando su sed.

Ni siquiera fui consciente de que era el día en el que habíamos quedado.

Llamaron a la puerta y Dan que andaba entreteniendo a su hija, se acercó a abrir.

Se quedó paralizado al ver quién tenía delante de él. Fue como si en ese momento, Carlisle, hubiese utilizado magia sobre Daniel.

-¡Cariño!-Meadow se asomó al comprobar que su marido no respondía-¡Doctor Cullen!

-¡Carlisle, por favor!

Entonces bajé las escaleras.

Carlisle no había venido solo.

El muchacho introvertido, aunque esa era mi sensación, que anteriormente tenía los ojos oscuros y ahora eran dorados como los de su padre, elegante pero informal, estaba a su lado, examinando todo atentamente.

Hasta que reparó en mi.

Le susurró algo a Carlisle en el oído y este automáticamente alzó la voz gritando:

-¡No te preocupes Sabionda! ¡Te esperamos!

No pasé de desapercibido el plural.

Corrí, poniendo mi armario patas arriba ya que no sabía que ropa encajaba con la situación y más para conocer a unos vampiros.

No quería ir como si fuese aquello una boda pero tampoco de la forma en la que iría a casa de mi amiga Grace.

Acabé sentada en el suelo, con los brazos cruzados sobre mi cara.

-¡No somos la familia del presidente de Estados Unidos!

Oí al otro lado.

¿Cómo había entrado aquel chico en casa?

Aquello me puso más nerviosa, si de por sí lo estaba poco, empeorando la crisis que tenía.

Finalmente me decante por un peto vaquero negro largo, una camiseta blanca y las zapatillas a juego.

El dulce sabor de La SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora