Capítulo XIII

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–¡Felicidades!–Gritaron los Cullen al unísono en cuanto me asomé al salón.

No pude evitar sonreír.

Finalmente Alice y Edward se enteraron antes que Carlisle, de cuando iba a ser mi cumpleaños. Yo había pensado en cosas varias, incluido en el trabajo, pero en algún momento mi mente me jugó mala pasada rayandome por lo mismo de todos los años.

Archer y Cody enviaron una carta felicitándome, sorprendidos de que estuviera en Estados Unidos a cuatrocientos veintinueve millas de ellos.

Volvemos a estar en el mismo país, juntos.

Doble y desdoble el papel varias veces a causa de los nervios. Observé detenidamente un paquete que estaba al lado de la carta.

Suspiré reuniendo la valentía suficiente como para abrirlo, ya que tratándose de mis hermanos gemelos no me daba buena espina.

Puse los ojos como platos.

Dentro había un conjunto de medicina de dos piezas color verde. Solamente se utilizaba si entrabas al quirófano.

Una pequeña nota lo acompañaba.

A lo largo de tu carrera sufrirás por todas aquellas personas a las que te toque atender. No siempre habrá solución. Por eso no debes rendirte nunca. Sigue haciendo arte con la medicina. Nosotros estamos orgullosos de ti. La mejor médica se está formando y aprendiendo cada día más de su profesión.

Atte: Archer y Cody.

Las lagrimas resbalaban por mi rostro sin control.

Era la primera vez en veinticinco años que me hacían un regalo normal.

Lo cual, podía llegar a ser sospechoso, tratándose de ellos dos.

Grace, que nunca fallaba, me llamó a las siete de la mañana.

–¡Un año más vieja!–Hice un esfuerzo enorme por quitarme las mantas de encima–¿Qué se siente?

–Lo mismo que ayer.–Respondí.

–¡No esperaba oír eso!

–¡Grace, aún no he desayunado!

Me dirigí al baño, siendo más zombie, que persona.

–Estoy conociendo a alguien.

El cepillo de dientes se resbaló de entre mis manos.

–¡Detalles!

Le había conocido en el metro mientras volvía a casa después del trabajo. Ella llevaba un café ya que necesitaba algo que la relajase. Entre el gentío y la hora que era, chocó con él, derramando la bebida sobre su ropa. Lejos de enfadarse, la estuvo intentando animar durante todo el trayecto.

A medida que seguía hablando de él, se le iba debilitando la voz. Al principio la veía ilusionada pero después era como si todo eso, se apagase repentinamente.

Por la descripción del chico, mi cerebro se imagino a una versión barata de Archer.

Suspiré.

La conversación dió un giro inesperado, llegando a ser el tema, mi hermano mediano.

La pequeña de la familia Turner, saltó sobre mí nada más verme.

–¿Cuántos cumples?–Inquirió curiosa.

–Veinticinco.–Respondí alzandola en brazos.

Mientras ella me tiraba de las orejas mi mente no pudo evitar dibujar la imagen de él en mis pensamientos.

El dulce sabor de La SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora