36... Esto y lo otro

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36… Esto y lo otro

Con los puños cerrados y clavando con fuerza las uñas a sus palmas, Hayden mantenía la cabeza gacha mientras el director le hacía preguntas sin cesar.

—¿Y bien? ¿Por qué le hiciste eso a Martina, Hayden? ¿No pensaste en las consecuencias? ¿Es que no sabes que atacar a tus compañeros está totalmente prohibido?

Hayden no dijo nada, solo siguió mirando el piso mientras sentía el dolor en sus palmas.

—¿Escuchas lo que digo, jovencita?

—Desgraciadamente —musitó.

—¡Hayden! ¡No! —Darcy amonestó a su hija. Ella estaba allí, junto a su pequeña de quince años, así como estaba Martina junto a su madre también.

—Aquí no toleramos esas faltas de abuso, señora Nadeau —dijo el director con un tono de voz severo—, y está es la quinta vez que su hija está en mi oficina dentro de un lapso de cuatro meses por comportamiento inapropiado. Su hija se está convirtiendo en un mal ejemplo para esta institución, y aquí no podemos permitir tal barbaridad.

—Comprendo su inquietud, director Malave, pero si mi hija ha cometido algún acto de violencia hacia una persona tiene un propósito; Hayden no va a atacar a alguien así por qué sí.

—¿Qué insinúa? —la madre de Martina interrumpió la defensa de Darcy—. ¿Qué mi hija obligó a la suya a golpearla?

—No estoy insinuando nada, estoy asegurando que su hija provocó a Hayden y ella solo reaccionó en consecuencia de los abusos verbales de su hija; tal vez lo hizo ya que Martina ha estado molestándola durante un tiempo, y la paciencia siempre tiene un punto de quiebre.

—¡¿Cómo se atreve?! ¡Mi hija jamás haría tal cosa, es inofensiva! ¡Solo miré como ha quedado!

Hayden volteó la cabeza un poco para mirar a Martina. La muy psicópata estaba entre los brazos de su madre sosteniendo una bolsa de hielo en su nariz; además de eso tenía un ojo hinchado por la paliza que le había dado.

Pero se la merecía, de verdad que sí. Esa mocosa se había encargado de hacer sufrir a Hayden durante un tiempo, molestándola siempre que podía, burlándose de lo callada y rara que era, de los lentes que siempre usaba para ocultar sus ojos.

Al menos hasta ese día.

Le arrebató sus lentes y descubrió el efecto de sus ojos amarillos, pero ni eso impidió que se metiera con ella; así que Hayden le dió un paro a su maldad al cogerla y golpearla con fuerza. Si no fuera por la maestra, Hayden habría dejado inconsciente a esa niña, tal vez peor.

—Se lo merecía —susurró la pelinegra.

—¡Cuidado con lo que aseguras, muchachita! No conoces a mi hija.

—Y usted tampoco —Hayden ya estaba harta de escuchar a esa mujer ciega—. No sabe el monstruo que está criando.

—Hayden, basta —Darcy trató de callar a su hija.

—¿Mi hija es el monstruo cuando es ella quien está así? ¿Golpeada, malograda?

—Su hija es una manipuladora, mentirosa, controladora y vil persona que la está engañando a usted, señora Martínez —Hayden miró a Martina, miró como la mocosa diabólica miraba a Hayden con odio—. Pero es su hija, y siempre va a creer en su inocencia, y eso es bueno —ella se puso de pie, ya no quería estar más en ese lugar—. Solo espero que no sea tarde cuando se percaté de ello.

Reina y esclavos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora