9. Salida al médico

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9. Salida al médico

—¡Voy! —Gritó Hayden al escuchar el timbre de la casa.

Puede que se le haya hecho tarde al pasar toda la noche desvelada pensando en el beso que le había dado Axel. No paro ni un segundo de recordar la sensación que la abrigo al sentir sus suaves labios en movimiento con los de ella. La facilidad con la que se dejó llevar la sorprendió tanto que se desconocía a sí misma. Ella no era así, siempre había sido muy meticulosa a la hora de besarse o relacionarse con algún chico… con Axel, simplemente dejó que todo pasará y que él se adueñara de ella de una manera que jamás le había permitido a otro chico.

Hayden tomó el otro botín que le faltaba y se lo calzó, más no ató las trenzas, ya era tarde. Cuando Axel le dijo que vendría temprano, pensó que se refería a las 9:00 o 10:00 a. m., no a las 7:30 de la mañana, aún tenía sueño pero había logrado vestirse en tiempo récord. Su cabello solo lo sacudió un poco, tomó una menta y se la comió, ni siquiera había podido lavarse los dientes.

Salió de su habitación y corrió escaleras abajo, buscó rápidamente una manzana de la nevera, cogió las llaves de una mesa en el recibidor y tomó aire antes de abrir la puerta, como fuera el repartidor, le lanzaba la manzana en la cara.

Abrió apenas la puerta y asomó la cabeza, por suerte no era el repartidor, era Axel que estaba mirando un punto fijo en el suelo (siempre que no la miraba estaba ausente). Al escuchar la puerta abrirse, él alzó la vista y buscó a Hayden hasta verla asomada por la puerta como una niña, frunció el ceño—. ¿Siempre recibes a las personas de esta manera?

—Siempre que sea un loco pervertido y drogadicto.

—Yo no soy…

—No importa —terminó de abrir la puerta y él la miró de arriba abajo—. ¿Siempre miras así a las personas?

—Hace frío y solo llevas una simple blusa y… —bajo la mirada hasta sus botines—. ¿Por qué no te amarras los cordones?

—Porque no he tenido tiempo, me desperté tar… ¿Qué haces? —preguntó Hayden al ver que Axel se estaba poniendo de rodillas.

—Atarte los cordones —y eso hizo, empezó a atarle los cordones de los botines. Hayden no sabía cómo interpretar aquello, ¿siempre sería así de atento con ella?, ¿o solo era para atraparla en su trampa y luego matarla? Le tocaba averiguarlo—. Listo —se puso de pie y Hayden observó el nudo que había hecho. Recordatorio, jamás dejar la atara en ninguna situación—. Vamos.

Hayden no dijo nada, cerró la puerta con llave y empezó a caminar detrás de él. Frente a la acera de su casa pudo apreciar un auto negro de alta gama, era muy lindo y de seguro muy costoso. Hayden se recriminó a sí misma al preguntarse si el auto sería de Axel, pues claro que era de él.

Abrió la puerta del copiloto para Hayden, que compartió una mirada dubitativa entre Axel y el auto—. No sé si sea buena idea todo esto —murmuró y se dio cuenta que lo dijo en voz alta.

—No voy a hacerte nada que tú no quieras, Hayden.

Hayden dejó de ver a Axel, sus mejillas volvían a quemar y su corazón latía con fuerza, se sorprendía que no había sufrido un paro cardíaco. Tomó valor y entró en el auto, Axel la miró unos segundos y cerró la puerta para rodear el auto y subir a su asiento de piloto. Mientras que él hizo eso, Hayden recorrió el interior del auto con la vista. La tapicería era de cuero de color rojo y todo se veía nuevo y limpio, tenia dos asiento solamente y un montón de botones que probablemente ni tocaba el ojos celestes. A pesar de oler a nuevo y a limpio, olía a él y eso extrañamente tranquilizaba a Hayden.

Reina y esclavos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora