33. Evening

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33. Evening

A través del espejo, Hayden vió a uno de los gemelos Cass; Omer, para ser más precisos.

Él estaba allí, en el marco de la entrada al vestidor, mirando directamente a Hayden, y su mirada era la de una persona claramente en un mal estado mental.

Pero no por eso Hayden le tenía miedo, o eso trataba de creer.

—¿Qué haces aquí, Omer? —No dijo nada, solo se quedó allí, mirándola en silencio, sin parpadear, ni siquiera parecía estar respirando—. Sal.

Ante la orden de Hayden, Omer pareció reaccionar, pero no de la manera esperada, puesto que después de inclinar la cabeza a la izquierda, empezó a dar pasos lentos en dirección a ella.

Hayden no sabía que planeaba el chico rubio al acercarse, pero mantuvo la calma y su postura firme, no iba a demostrar miedo; así que lo miró a los ojos a través del espejo en cada segundo que pasaba mientras él se acercaba a ella.

Cuando se detuvo un poco atrás y al lado de ella, desvió la mirada para mirar a Hayden por completo.

Recorrió cada centímetro de su cuerpo, quedando unos segundos sobre los lugares donde reposaba una cicatriz. Y fue entonces que, por primera vez, el silencio fue molesto para Hayden—. ¿Qué hacías ese día en el bosque?

Omer no la miró, pero se encogió de hombros y formó una mueca de indiferencia con los labios.

—Buscando sangre.

«¿Por qué no me sorprende eso?», era más que obvio si estaba lleno de sangre.

—¿Lograste matar a Tadeo? —Hayden buscando tema de conversación era la cosa más inusual en el planeta, pero era eso o consumirse en un horrible silencio.

Allí Omer sonrió; sus dientes en punta relucían como los de una piraña.

—No.

—¿Por qué?

Y al fin, Omer miró a Hayden—. Porque me gusta jugar con mis presas.

Claro que era eso. Es que ese tipo tenía una pinta de ser tan maniático como fuese posible.

La chica de ojos amarillos quedó muda, ya no sabía que decir, pero, Omer se encargó de que hablara cuando de la nada la tomó de la muñeca con brusquedad y empezó a jalarla fuera del probador.

—¿Qué carajos te pasa? ¡Suéltame, imbécil!

Hayden trató de zafarse, pero Omer la detuvo al acortar la distancia y quedar a sentimientos de su cara para susurrar—: Cállate a menos que quieras que te rompa un brazo aquí mismo —Su voz era tan gruesa y rasposa, era como si casi nunca hablara.

—No lo harías —lo desafió.

Él sonrió—. Pruébame.

Y por primera vez en la historia, Hayden cedió ante una amenaza de un hombre.

«Me la pagarás Omer, lo juro por mi vida».

Y así, Hayden fue arrastrada por Omer fuera del probador.

El agarré en su muñeca era fuerte y un tanto doloroso, pero Hayden prefería aguantar eso que mostrar un signo de debilidad ante este idiota.

Él la guío por la tienda, pasando entre la ropa y sin hacer ningún tipo de ruido. Le había especificado que si Deca los veía u oía, Hayden pagaría las consecuencias. Así que mejor obedecer y conservar su brazo en buen estado.

Pero a medida que avanzaban, Hayden se preguntaba a dónde la estaba llevando Omer, qué planeaba, cuáles eran sus intenciones, por qué hacía aquello. No entendía nada.

Reina y esclavos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora