16. La reencarnación

19 1 0
                                    

16. La reencarnación

Cuando Axel dijo que ayudaría a Hayden a dormir, ella no pensó que hablaba en serio y que solo el abrazarla y estar junto a ella lograría borrar cualquier otro pensamiento que no estuviera relacionado a él y a su cercanía.

Hayden podría jurar que jamás había dormido tan bien como esa noche, ni siquiera se despertó en la madrugada con sed o ganas de ir al baño, durmió tan bien que incluso tuvo un sueño (que ya no recordaba); ella nunca soñaba, si alguna vez lo hizo fueron como máximo tres veces en lo que llevaba de vida. Vale, Hayden era una persona… peculiar.

En ese momento tenía entreabiertos los ojos, mirando un punto fijo en la habitación, rodeada de sábanas, almohadas, y lo más importante, Axel. Él la tenía rodeada con sus brazos, pegada a él como si quisiera que se unieran para forjarse en uno, y la verdad a Hayden no le molestaba ni en lo más mínimo. Se sentía muy cómoda, abrigada; no tenía intenciones de levantarse. Sabía que era temprano ya que Axel era una persona madrugadora y que no estuviera despierto daba a entender que era muy, muy temprano. Eso hacía que se preguntara qué hacía despierta ella misma, con lo holgazana que era…

El momento de comodidad imperial de Hayden se vio arruinado por su vejiga, que pedía a gritos ser vaciada; llevaba ya mucho rato aguantando las ganas, pero era obvio que sí se quedaba por un rato más, iba a mojar las sábanas. Contra todo su ser, tomó el brazo de Axel y lo retiró con suma lentitud para no despertarlo y poder librarse de su agarre (el frío la atacó al no sentir su brazo sobre ella, pero el deber la llamaba, en ese caso, el retrete). Se escurrió por la cama sin hacer movimientos bruscos y logró ponerse de pie sin despertarlo, y bueno, se dio unos segundos para verlo dormido. ¿Eran ideas suyas o se veía más sexy dormido? Hayden negó con la cabeza y se dispuso a encontrar el baño (era la puerta que estaba dentro del clóset); era una tortura seguir mirándolo.

Una vez en el baño, se sintió liberada al dejar salir los litros de orina por el retrete. Le dirán loca pero, a Hayden le gustaba hacer pis, sentía una liberación total de estrés. Una vez vaciada, se limpio y percató de que sangraba como las cataratas del Niágara y que no tenía una toallita sanitaria para ponerse, o al menos no a la mano, siempre que salía y cargaba el período se llevaba una extra consigo en caso de emergencia, pero la había dejado en el jeans.

Rápidamente, se desprendió de su ropa interior, quedando solo con la camisa cubriendo su cuerpo. Se dirigió a la puerta del baño, la abrió y corrió hasta donde había dejado su ropa en la noche, al verla la tomó y sacó la toalla sanitaria; dejó todo como estaba y se dio la vuelta para regresar al baño, pero al hacerlo, fijó su vista en Axel, que estaba a un lado de la puerta del baño colocándose una camiseta con tranquilidad.

Ella se frenó en seco y él fijó su vista en ella, sus ojos brillaron al hacerlo—. Buenos días, espero hayas dormido bien —Joder, su voz sonaba mucho mejor recién levantado.

La pelinegra tuvo intención de devolver el saludo, o decir cualquier cosa, pero su voz se escondió cuando sintió una humedad salir de su zona íntima y empezar a empapar sus piernas. Hayden abrió los ojos como nunca antes lo había hecho y se quedó congelada, sintiendo como la sangre resbalaba por sus piernas, dejando un rastro rojo y asqueroso. Axel había fruncido el ceño ya que no comprendía su reacción, pero aquel ceño fruncido fue desapareciendo cuando la sangre en las piernas de Hayden fue totalmente visible. Vale, eran el tercer día de su periodo, y siempre los tres primeros días le bajaba a cántaros, como si fuera un mendigo que no ha comido en semanas mirando una hamburguesa.

(Okay, las comparaciones de Hayden a veces eran terribles).

Bueno, ahora, Hayden no sabía qué hacer. Estaba incómoda y avergonzada a un nivel extremo que quería ser tragada por la tierra y escupida lo más lejos posible de Axel, que miraba fijamente sus piernas siendo cubiertas de sangre. Su mirada le preocupaba, era sería, no había nada en ella, solo una infinita nada capaz de tragarte en un momento, capaz de causar miedo, pánico, terror y un sin fin de cosas malas. «Parca, si quieres llevarme hazlo ahora antes que él lo haga», prácticamente estaba rezando y jamás rezaba.

Reina y esclavos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora