40. Fondo

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40. Fondo

Hayden pateó y se revolvió, intentando liberarse de las manos que la sujetaban con firmeza. Sin embargo, su fuerza era insuficiente para zafarse y escapar.

La pelunegra se sentía desorientada, pero tenía la certeza de que, si no lograba distanciarse, sufriría daño.

—Cálmate, deja de luchar. —pronunció una voz áspera y ronca.

Al instante, Hayden cesó sus movimientos. Reconocía aquella voz. Al girar la cabeza hacia la izquierda, se encontró con la figura de quien la retenía: era Omer.

Al observar que ella comenzaba a calmarse, él la liberó y colocó su dedo índice sobre sus labios, señalándole que guardara silencio.

Hayden se situó frente a él y lo examinó detenidamente: estaba descalzo y sin camisa, como siempre; su cabello parecía un nido de pájaros y se encontraba sucio. Además, sus manos presentaban manchas de sangre seca.

—¿Qué haces aquí? —susurró ella.

—Me aseguro de que sigas con vida. —respondió él, mostrando sus afilados y puntiagudos dientes con cada palabra.

—Traigan a la mestiza. ¡Ahora!

Hayden dirigió una mirada rápida hacia las escaleras. La estaban buscando, pero ¿quiénes eran?

—Escóndete. —Omer le tomó el brazo y la hizo retroceder, pero Hayden se resistió de inmediato.

—Espera, tienen a Aspen.

Los pasos se acercaban lentamente a la escalera.

Omer la miró con el ceño fruncido y replicó con seriedad: —A ti te quieren muerta, a ella no.

—Suéltame.

Sin embargo, no se trataba de Axel; era su hermano, y él no estaba dispuesto a cumplir sus órdenes. Sosteniéndola firmemente del brazo, la condujo hacia un rincón y le indicó que se agachara.

—Quédate ahí. —ordenó.

Ella mantuvo la mirada fija en sus ojos, los mismos ojos celestes de su esclavo, aunque también percibía una sensación extraña que le causaba nerviosismo, algo que le resultaba difícil de controlar. Sin lugar a dudas, no confiaba en Omer; había algo en su presencia que le impedía sentirse a gusto cerca de él.

Él se retiró y se ocultó tras un muro que separaba las escaleras para aguardar a su próxima víctima.

Los pasos se acercaron y un leve murmullo resonó a la distancia. No transcurrieron cinco segundos antes de que Hayden pudiera distinguir a un hombre y una mujer ascendiendo por las escaleras.

A causa de la oscuridad, no logró discernir con claridad sus rasgos, pero su silueta se hacía visible mientras se acercaban a la pequeña sala de estar en la que ella se encontraba.

¿Eran conscientes de su presencia? ¿Pudieron notar que estaba allí?

Hayden empezó a contener la respiración y a moverse con la mayor suavidad posible, tal como Owen le había enseñado, y así evitar que la oyeran.

—Revisa bien, debe estar ocultándose. —expresó el joven.

A medida que se acercaban, Hayden contenía la respiración con mayor intensidad. Observó cómo pasaron justo al lado del muro donde Omer se había refugiado, y fue en ese momento cuando todo empezó.

El muchacho que se encontraba a la derecha fue el primero en notar la presencia de Omer y, a su vez, el primero en sucumbir ante él.

—¡Mierda! —gritó el chico, y esa fue su última palabra.

Reina y esclavos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora