17. Una bestia al volante

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17. Una bestia al volante

¿Era correcto reírse en la cara de la gente cuando decían algo completamente estúpido pero a la vez serio? A Hayden le parecía que sí.

En ese momento, tras oír las locuras que había soltado Axel por su linda boca, le daban a Hayden ganas de reír, pero no iba a hacerlo de todos modos. Solo lo miró con suspicacia, escrutando su rostro en busca de un signo de mentira, el cual, no encontró.

—¿Me estás jodiendo, Axel? —fue lo único que su cerebro pudo procesar para que su boca lo evocase—. ¿Quieres que crea semejante barbaridad? ¿Me ves cara de estúpida o qué?

—No —Axel frunció el ceño—, jamás te vería de tal manera…

—¡No lo decía literalmente! —Hayden se pasó las manos por la cara, frustrada y confusa—. Comprendo lo de la raza, los esclavos y reinas y toda esa chorrada…

—No es una chorrada.

—¡Pues para mí lo es! —Ya estaba obstinada—. He tratado de entender y comprender, ¡de verdad que sí!, pero sigue siendo difícil ¿Y justo ahora que he decidido entregarme y confiar en ti, me sales con esto? ¡¿Estás loco?!

—No…

—¡Qué no es literal! —Masculló, luego se estregó la piel de las mejillas hacia abajo en un acto de frustración pura. Respiro profundamente y se irguió para mirarlo con determinación—. ¿Por qué me haces esto? ¿En serio no piensas en lo ridículo… no, en lo estúpido que es lo que acabas de decir? ¿Una reencarnación? ¿Yo? ¿En serio?

—No es ridículo o estúpido, es real, tan real como lo que siento por ti —Hayden no pudo evitar poner los ojos en blanco, esa muestras de cariño le revolvían el estómago; también se dio media vuelta para irse lejos de Axel, todo le parecía una verdadera tontería. Pero como Axel estaba decidido a ser escuchado, tomó a Hayden del brazo para que lo mirase; ella tuvo intención de hacer que la soltara, pero fue incapaz de emitir siquiera una sílaba, su toque hacía que se le cruzaran los cables—. Se que parece poco creíble, leyendas haciéndose realidad, pero es la verdad, y puedo demostrártelo como he venido haciendo hasta ahora.

—¿Ah sí? ¿Cómo?

—¿Te fijaste en la reacción de cada una de las personas de mi Clan? —Hayden no entendió a qué vino esa pregunta, pero lo pensó; recordaba la forma en que la miraban, cuando Gabriella y Hazael se quedaron impactados al verla, la forma en la que Edan y Deca la escrutaron con la mirada, incluso el mismísimo Omer la había mirado con cierta admiración… cuando no la miraba con ganas de comérsela (literalmente hablando). Vale, eso no le gustaba a Hayden, no era buena señal—. Te fijaste y te diste cuenta que te miraban como si fueras un fantasma, uno que ya habían visto.

Okay, eso ya se estaba saliendo de las manos de la pelinegra, y no le gustaba eso, prefería tener el control de sí. Se zafó del agarre de Axel y se cruzó de brazos—. Eso no prueba nada. Tal vez solo me miraron de esa forma porque soy demasiado hermosa —«No es ego, es realidad», era lo que le decía Hayden a las personas cada vez que se adulaba a sí misma.

—Si que eres hermosa, Hayden —Y hola de nuevo a el enrojecimiento en las mejillas. Pinche Axel y sus cursilerias capaces de remover el mundo de Hayden—, pero te aseguro que te miraban de esa forma porque eres la viva imagen de Freya. Tienes las mismas facciones, los mismos ojos, el mismo tamaño de naríz y labios, incluso tienen el mismo lunar en el cuello —por inercia, Hayden se llevó una mano al cuello, justo donde estaba el pequeño y único lunar que tenía en todo el cuerpo—. ¿Ves? Te digo la verdad, jamás voy a mentirte, no tengo por qué.

Hayden trago fuerte. A ver, si era verdad todo lo que Axel le decía… ¿Ella era la reencarnación de una verdadera loca desquiciada de manicomio con problemas mentales y en plena fase neurótica? ¿Que había hecho Hayden para merecer ese castigo? No creía que haber ahogado a un niño en una piscina a los seis años solo porque este le quitó un flotador fuera algo merecedor de tal castigo. ¿Qué significaba esto ahora? Esa situación cada vez era más grande y Hayden solo quería ir a su casa, encerrarse en su habitación y comer helado de chocolate hasta que la azúcar le diera diabetes y muriera, ¿era eso mucho pedir? Porque parecía que sí.

Reina y esclavos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora