Capitulo 1

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17 de agosto del 2018

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17 de agosto del 2018.

Me daba asco.

Ese fue mi pensamiento cuando vi mi reflejo en el espejo. Mi sonrisa por poco llegaba a mis ojos de color miel, los cuales, para completar, tenían un brillo exorbitante.

Era afortunado. Lo sabia.

En tan solo un mes se iba a llevar a cabo mi unión con la mujer de mi vida, con la que sueño desde los quince años, la que jamás abandona mi cabeza y ocupa cada lugar de mi corazón.

Terminé de abrochar mi camisa de color celeste y me coloqué el saco blanco que hacía juego con mi pantalón de vestir. Desordené un poco más mi cabello rubio y dejé que un par de mechones cayeran por mi frente.

Deja de sonreír, pareces idiota —susurró la vocecita en mi interior.

Pero no podía, estaba demasiado ilusionado.

Había esperado ese día desde hacía tanto, y que estuviera tan cerca de llegar hacia que mi corazón comenzara a latir de una forma errática y preocupante para cualquier cardiólogo.

Antes de salir de nuestra habitación, tomé la rosa que había comprado mientras escribía en un papel:

¿Sabias que un estudio dice que tomar la mano de la persona que mas amas alivia cualquier tipo de estrés y dolor? Yo discrepo en cierto punto porque cada vez que te veo cualquier malestar en mi interior se alivia inmediatamente, una sonrisa tuya basta para hacerme olvidar el resto del mundo, imagina cuando tomo tu mano lo que sucede en mi interior. O mejor aún. cuando tomo tu boca.

Muero por verte en el vestido que te fuiste a probar esta mañana, estoy contando las horas para que sea el 21 de septiembre y que por fin nuestro momento llegue, estoy tan feliz.

Te amo, espero verte pronto:
Eric

Sin más, dejé la nota sobre la cama recién hecha y salí del apartamento. Saludé a Miguel, el portero, y como todas las mañanas, me subí a mi coche y me fui a trabajar.

Tarareaba una canción que sonaba en la radio, a la vez que me colocaba mis lentes de sol. En un semáforo en rojo pude notar como la barba de unos dos días decoraba mi mandíbula, había olvidado afeitarla.

Es mentira, se la deja apropósito por que a Celeste le encanta.

Al llegar al estacionamiento de la empresa, guardé mis lentes y tomé mi bolso que se asemejaba a un maletín donde tenía todas mis pertenencias. Le puse la alarma al auto y me dirigí a la entrada, saludando a todos los empleados que me cruzaba.

— ¡Buongiorno, signore! —respondí con un pequeño asentimiento y una sonrisa a mi secretaria.

—¿Come va qui? ¿qualche rapporto da rivedere? —pregunté.

Opción D: Amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora