Capitulo 10

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Me hervía la sangre

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Me hervía la sangre.

Cuando noté la forma en que mi padre miraba a Celeste me molesté, cuando vi los ademanes que tenia Luisana con ella me enojé, pero cuando vi como salió despavorida me enfurecí.

¿Que mierda de circo era este?

—No se que planeas, pero no hagas que me arrepienta de darte la oportunidad de participar en la empresa —creo que esas fueron las últimas palabras que le dirigieron a mi padre, olvidando el papel que este tenía en mi vida, antes de salir detrás de Celeste.

Con andar determinado, dirigí mi mirada hasta el ascensor viendo que marcaba que subía recién por el piso cuatro y el botón para solicitarlo estaba encendido. Llegué a la conclusión de que bajó por las escaleras y me dirigí con rapidez hasta estas, quedando detenido cuando estaba por bajar el primer escalón.

—Vuelve aquí, Eric, tienes una reunión que manejar —escuché como la voz de mi padre tenía voz grave y que destellaba enojo e inconformidad—. ¿Cuál es tu obsesión por perseguir a ese don nadie?

Parecía que alguién me había apretado los huevos cuando escuché esas malditas palabras abandonando su boca. Sin embargo tenía algo más importante de lo que ocuparme.

—Lávate la boca antes de hablar de Celeste —continué con mi camino, bajando de dos en dos los escalones.

Cuando la encontré mi corazón se apretó dentro de mi pecho y quise arrancarme el alma tan solo para entregarsela y ver si le servía para sentirse mejor. Estaba teniendo algo similar a un ataque de pánico y, como pude, la ayudé a tranquilizar los latidos erráticos de su corazón. Consideré darle respiración boca a boca cuando la ausencia de color en su rostro me preocupó pero con mi suerte la terminaba de matar con eso.

No entendí sus palabras, sobre todo la parte de que yo la había obligado a venir. No sé quién habrá sido el responsable de ese acto pero ya estaba planeando despedirlo sin siquiera una puta indemnización. ¿Que si lo culpaba por el estado de Celeste? Pues claro que sí.

No pensé en como me afectaría volver a tocar su tersa piel, como el solo contacto enviaría toros a mi estómago a clavarme sus cuernos en el hígado y golpear mis riñones hasta hacerlos sangrar.

Se llaman mariposas, pedazo de animal insensible y sin sentido común.

Me mantuve a su lado hasta que fue capaz de ponerse de pie.

—Debo haber quedado como una ridícula —murmuró mas para ella que para mi.

—Al diablo la reunión y esos estúpidos —dije tomando su mano y arrastrandola hasta el ascensor que abrió sus puertas apenas unos segundos despues de llamarlo—. Iremos a la cafetería, tomarás algo con mucha azúcar a ver si ese rosado tan bonito vuelve a tus mejillas.

Las palabras salieron antes de que siquiera las pudiera retener. Mierda, ¿por que no puedo cerrar mi estúpida boca?

En vez de ser ese rosado sutil que tanto me gustaba, un rojo profundo se acentuó en su rostro y de repente el ascesor se sintió pequeño. O tal vez era la atracción que me generaba su cuerpo.

Opción D: Amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora