Capítulo 22

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Decir que estaba furiosa era quedarse corto

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Decir que estaba furiosa era quedarse corto.

Me hervía la sangre y en cualquier momento iba a acercarme a golpear a alguien probablemente repetidas veces.

Luego de la charla con mi jefe y pedirle que me explicara cual era su súper argumento para despedirme me enteré que Lucila anduvo repartiendo rumores falsos sobre mi y que ya nadie quería trabajar conmigo por básicamente ser una perra rompe hogares, buscona y traicionera.

¡La maldita dijo que yo la hice perder a su bebé por meterme con el padre!

¿A que no adivinan de quien dijo que era el hijo?

Si dijiste Eric ¡Acertaste! tienes un 20% de descuento en gasolina para ir hasta Lucila a decirle unas cuatro cosas. Solo válido los martes.

Francesca me contó que no solo dijo eso de mi, sino que también mostró unas supuestas pruebas de que yo le había estado mandando información a la empresa de Eric sobre los próximos lanzamientos de esta y por ello Eric se adelantaba a todo.

¿Adivinen quien fue la que realmente dio esa información a la empresa de Eric para quedar en ella?

Si dijiste Lucila ¡Acertaste! tienes un 25% de descuento en clases de boxeo para ir hasta Lucila a resetearle el windows. Solo válido los jueves y las clases las da un ogro verde que no cobra mucho.

Si pensaron que eso era todo es porque no conocen a esta mujer.

Difundió que yo hablaba mal de todos y cada uno de los empleados con mi jefe y por eso se despidieron a varios, no solo me miran con resentimiento sino que también con odio e incluso miedo.

¿Miedo de mi? Aghs, desde cuándo.

No solo perdí mi trabajo sino que también mi reputación estaba en los suelos. Al parecer el tiempo que demoré en que mi jefe imprimiera nuevamente la maldita carta de despido para que yo la leyera —golpeando fuertemente a la impresora disfuncional varias veces— el rumor siguió volando y, cuando bajé a firmar la carta con mas resignación de la que me gustaría, las pocas miradas amables se volvieron hostiles.

Por suerte un rostro conocido se hizo camino hasta mi.

—¿Me explicas por que ahora resultas ser una zorra traicionera y asesina de fetos ingenieros? —una señora mayor abrió los ojos y colocó una mano en su pecho al escuchar las palabras de Giulia.

—Lucila tenía demasiado tiempo libre, supongo.

—¡Es una perra!

—¡Señorita! —la misma señora llamó la atención de Giulia pero a esta pareció importarle un bledo.

—Tienes que decirles que es mentira, explicarles que fue ella.

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