Capítulo 18

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Luego de que Celeste abandonara el departamento, lo siguiente que hice, fue recostarme sobre la alfombra situada al lado del sofá con la bandeja de galletas a mi lado solo para mirar al techo y ponerme un poco analítico sobre la situación que me e...

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Luego de que Celeste abandonara el departamento, lo siguiente que hice, fue recostarme sobre la alfombra situada al lado del sofá con la bandeja de galletas a mi lado solo para mirar al techo y ponerme un poco analítico sobre la situación que me envolvía.

Llené mi pecho de aire y lo expulsé mientras por mi mente pasaban millones de cosas por segundo.

Joder, no podía sentir lo que estaba sintiendo.

Me estaba fallando a mi mismo, me había prometido no volver a sentir esto por nadie y ahora lo único qué pasa por mi mente es correr hasta Celeste, tomar su brazo para pegarla a mi y estampar sus bonitos labios contra los míos.

¿En que momento pasamos de detestarnos a querernos?

¿Por que hablas por ella? No sabes si el sentimiento es mutuo.

Cerré mis ojos al percibir el dolor en mi labio inferior cuando mordí con fuerza una galleta y me lastimé, dando paso del sabor delicioso y dulce de la galleta al metálico y amargo de la sangre.

Es verdad, no sabia si era mutuo, y tal vez el hecho de decirme que yo la detestaba fue solo un método de defensa. Creo que jamás la he dejado de amar.

Metí otra galleta en mi boca.

¿Debería actuar? Tal vez solo deba quedarme quieto y callado, lo único que falta es complicarnos más las cosas y volver a lastimarme o lastimarla a ella, más cuando tenía una idea de lo que podría pasar si sucede otra vez, ella se iría y me dejaría otra vez, y por mas fuerte que aparente ser, cuando se trata de Celeste tengo bastante claro que soy más vulnerable. No soportaría ese sentimiento de abandono una segunda vez. Incluso temía la despedida inevitable que sucedería en unos días.

¿Siquiera se despedirá de mi?

Otra galleta.

Para ahogar las penas.

El sonido de mi teléfono me sobresaltó y comencé a toser desesperadamente cuando un trozo de chocolate se quedó atravesado en el medio de mi garganta.

Tomé el aparato mientras continuaba tosiendo y busqué agua. Que idiota soy, hasta un niño pequeño sabe que es peligroso comer recostado.

Cuando por fin pude pasar ese pequeño percance la llamada había finalizado, sin embargo y tras unos cuantos segundos que me sirvieron para recomponerme, el teléfono de volvió a iluminar.

—Habla Eric —fue lo primero que dije.

—Hola señor, llamaba para decirle que tuvimos un avance en el caso —el investigador cuyo nombre olvidé hizo que mi postura se pusiera rígida y mi atención se centrara en sus palabras.

—Dime.

—Bien, la ecografia que me proporcionó proviene del hospital San Rafaelle, efectivamente fue realizada en la señorita Lucila Salazar la cual tenía un embarazo de seis semanas cuando se realizó ese estudio—tomó una pausa antes de proseguir—. Ese embarazo fue interrumpido a las ocho semanas y la señorita dejó una cuenta bancaria para los gastos. Se la envié por mail.

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