Nunca pensé ver esta faceta de Eric.
Años atrás cuando estábamos juntos no era un hombre que sea muy abierto a tomar grandes cantidades de alcohol.
Sin embargo en este momento lo tenía a mi lado, en el coche, intentando acariciar una parte de mi cara mientras que yo conducía hacia su departamento.
— Que bonita eres —su puchero hizo que casi me mordiera el labio inferior de la ternura, maldito brujo—. Pero me rompiste el corazón, eso te hace menos bonita.
Lo miré de reojo y seguí manejando. En mi interior me cuestionaba cuanto había bebido como para llegar a ser tan..., ¿sincero?
—Aunque... —siguió diciendo—. A quien quiero engañar, eres la mujer más preciosa que ha pisado este planeta —emitió un sonido de su garganta parecido a un resoplido—. Que me has hecho.
—¿Yo? Nada, si soy un angelito —ironicé—, tú eres el demonio aquí —eso último fue verdad.
—Claro que lo eres —dijo en inglés—, Nemmeno gli angeli dovrebbero essere belli come voi. Chiedete loro perdono —¿Ahora mezclaba idiomas? Excelente.
—Mejor quédate callado y habla solo para avisarme si vas a vomitar.
—Lo único que falta, vomitar para terminar de alejarte de mi —hizo un puchero que, en otro momento quizás, me hubiera enternecido, ahora me estaba comenzando a sacar de quicio—. ¿Me odias?
—¿Que? —pregunté, aunque había escuchado perfectamente su pregunta.
—No entiendo por que me dejaste aquel día —apoyó su cabeza en el respaldo de su asiento—. Sufrí mucho, me enojé contigo aunque conmigo mismo más porque lo único que quería era refugiarme en tus brazos cuando eras tú la que provocaste todo mi malestar —soltó una risa nasal sin un ápice de humor.
Mi corazón se retorció dentro de mi pecho ante su confesión. Y si, me enojaba sentir eso hacia él, pero verlo tan vulnerable y sincero pudo conmigo.
—No..., no te odio..., si eso es lo que te preocupa —dije en voz baja.
Mañana volveríamos a nuestra capa de hielo habitual y probablemente él olvidaría gran parte de lo sucedido en la noche así que supongo que por hoy romper esas barreras no está mal ¿Verdad?
Así comienzan a ablandarse los corazones señoras y señores.
—Llegamos —le avisé aunque parecía absorto en sus pensamientos.
—No puedo caminar —si seguía con esos pucheros y ojos lastimeros acabaría por asesinarme ahí mismo—. Supongo que me tendré que quedar aquí.
—No digas estupideces, yo... —resoplé—te ayudaré.
Me pareció ver un ápice de una sonrisa que se escapaba silenciosamente de sus labios, sin embargo no lo pude confirmar porque estaba dirigiéndome hacia su puerta, la abrí y le extendí la mano para que pudiera bajar.
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Opción D: Amarte
Teen FictionCrecieron junto a un amor que juraba ser fuerte y superar cualquier adversidad que se atreviera a enfrentarlos. Él la amaba, adoraba y protegía, decía siempre que ella era la indicada. Ella lo hacía feliz, cuidándolo y protegiendo su corazón. Pero l...