Cuando me acosté, antes de poder siquiera cerrar los ojos, en lo único en lo que pude pensar fue en como fue posible que nos hicieran tal cosa.
Tampoco podía dejar de culparme en cierto aspecto. Creo que en mi vida me había sentido así de tarada y eso que en la secundaria tuve mis momentos.
¿Como no me fijé en los detalles de la foto?
Oye, eran fotografías fuertes, es normal que lo último que quisieras era revisarlas con una lupa.
Igual, yo debí haber creído en él, tenerle aunque sea un poquito más de fe. Ni siquiera le di el beneficio de la duda y estábamos a punto de casarnos. Debí haberlo enfrentado.
Al final era verdad, yo era una cobarde.
Perdí al amor de mi vida por ser una cobarde. Una triste, idiota, sin gracia y mundana cobarde.
Muy en el fondo sabía que una razón había, a lo largo de nuestra relación recibí varios comentarios insinuando de que yo estaba con él por el dinero o que él estaba usándome y, a pesar de negarlo lo más que pude, inconscientemente se creó una grieta.
Fueron varias las noches donde veía como dormía y pensaba: ¿Él de verdad quería casarse conmigo? Si estuviera en su lugar yo no lo haría, no tengo nada de especial ni de extraordinario. A mis ojos nada me diferenciaba de las demás, no entendía como un hombre tan dulce y cariñoso como él me había elegido y en lugar de sentirme afortunada me sentí abrumada.
Fue mi error.
Acariciaba su rostro para distraerme, pero al final las voces en mi cabeza me ganaban.
Era hasta que él entre sueños comenzaba a buscarme y abrazarme cuando por fin podía dejar atrás esos pensamientos.
Si te quiere, si te desea, no romperá tu corazón —era mi mantra continuo.
Me quedé dormida en cuanto recordé como el calor de sus brazos solía envolverme, se sentía demasiado bien a pesar de sólo estar en mi imaginación, donde probablemente prevalecería por la eternidad.
Desperté al día siguiente, más temprano que de costumbre. Debía volver al hospital cuanto antes por lo que, sin tardar demasiado, bajé por las escaleras, buscando a Eric.
Me sorprendió al encontrarle durmiendo sobre el sofá, con una mano detrás de su cabeza y sus labios entreabiertos.
Se veía tan tierno, pacífico y tranquilo.
Aunque he de admitir que su brazo cuyo músculo destacaba me hacía recordar e incluso pensar cosas que no tenían que ver con la ternura.
Casi quise no tener que despertarlo, pero debía ir al hospital.
—Eric —lo llamé primero sin tocarle—. Oye, lamento despertarte pero necesito ir a ver a mi padre.
Lo único que hizo fue acomodarse y continuar durmiendo.
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Opción D: Amarte
Teen FictionCrecieron junto a un amor que juraba ser fuerte y superar cualquier adversidad que se atreviera a enfrentarlos. Él la amaba, adoraba y protegía, decía siempre que ella era la indicada. Ella lo hacía feliz, cuidándolo y protegiendo su corazón. Pero l...