Capítulo 19

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Aún podía sentir como mis labios hormigueaban, también podía casi escuchar como mi corazón golpeaba con fuerza dentro de mi pecho y, además, el deseo de arrojarme a sus labios era casi irrefrenable

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Aún podía sentir como mis labios hormigueaban, también podía casi escuchar como mi corazón golpeaba con fuerza dentro de mi pecho y, además, el deseo de arrojarme a sus labios era casi irrefrenable.

Por suerte pude detener ese impulso, porque sabía que no era nada sano en este momento. No era correcto querer besarlo y olvidarme de la mochila que aún cargaba con una gran cantidad de inseguridades y dudas acumuladas dentro de ella.

A pesar de descubrir la verdad se me hacía inevitable no pensar en todo lo que significó nuestra ruptura en mi vida. Pese a descubrir que Eric era inocente, una pequeñísima mota de un sentimiento extraño prevalecía en mi interior y no sabía si sería capaz de eliminarlo alguna vez.

Además está el hecho de que en menos de tres días salía mi vuelo, cualquier acercamiento que pudiéramos tener se desvanecería cuando yo retomara mi vida en Londres.

Mi jefe seguía insistiendo en quedarme aquí, Francesca intentó con indirectas que mi decisión cambiara y de Giulia directamente prefiero no hablar. Su insistencia comenzó a darme dolor de cabeza y más de una vez quise hundir su celular en agua para que dejara de enviarme stickers y videos sobre cómo se sentiría luego de que me fuera.

Por dentro sabes que tú estarías igual.

Mientras tanto yo permanecía con una idea en mi cabeza difícil de disipar. Volver a Londres y retomar el rumbo de mi vida que en un principio quizás jamás debí dejar.

Al día siguiente no pude quitar de mi cabeza la necesidad de hablar con Eric por lo que, escondiendo todo pensamiento racional, lo llamé e invité a casa ya que no me atrevía a salir con el frío que hacía. Ahora me encontraba con él detrás de mi, adentrándonos al piso envueltos en un silencio que casi se había vuelto costumbre. Pude ver como su mirada se detenía por unos segundos sobre la maleta color rosa que estaba al lado del sofá cuando entramos.

A pesar que el vuelo era durante la noche y faltaban cuarenta y ocho horas prefería tener todo preparado para no cometer errores.

Parece como si te escaparas.

Quizás eso se me hizo costumbre —pensé con ironía mezclada con tristeza.

Preparé un chocolate caliente y, en silencio, Eric y yo tomamos asiento, no había tocado lo que habíamos dejado de las medialunas que trajo ayer por lo que las coloqué sobre la mesa a las que quedaron, repitiendo la merienda.

—Celeste, yo...

—Espera, Eric —intenté reunir la mayor cantidad de valentía para decir lo siguiente—. Ayer estaba abrumada y no quise tocar el tema pero la realidad es que no puedes simplemente venir a besarme un día y revolucionar todo, habíamos construido una relación de cordialidad y ahora...

—Ahora no tiene que cambiar nada, Celeste —sonó desesperado, a pesar de que esas fueron sus palabras, logré percibir que sus ojos casi que gritaban algo que no lograba descifrar—. Lamento si te incomodé, fue algo que tan solo no pude contener.

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