Lluvia sobre mí.

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Llevaba aproximadamente un mes viajando en completa soledad. Chifuyu lo encontraba terapéutico, dejarse caer por las noche en algún lugar con la vista de la estrellas iluminadolo. Había noche en la que uno que otro yakai se acercaba a él, a retarlo a un duelo, y aunque él se negaba, al final terminaba eliminando al extraño, pues estos siempre se abalanzaban sobre.

Era otra noche como esas, cuando Chifuyu creyó que tendría que pelear, un pequeño ruido se escuchaba alrededor y se iba incrementando entre más se acercaba. Se puso de pié y desenvaino, listo para el combate, pero lo que salió de entre los arbustos lo sorprendió. Era una pequeña niña de cabellos rubios y ojos dorados, la pequeña en cuanto lo vio salto asustada y trato de huir, pero Chifuyu fue más rápido y la tomó de un brazo. Al ser atrapada el rostro de la pequeña se contrajo y sus ojos se llenaron de lágrimas.

— ¿Qué haces aquí? — Chifuyu trato de sonar amable, y solto un poco de su aroma, para que la pequeña se tranquilizara — ¿Dónde están tus padres?

Al escuchar eso la pequeña rompió en llanto y fue suficiente para que Chifuyu entendiera. Estaba sola, como él. Se agachó a su altura y la envolvió en sus brazos, dando pequeñas caricias en sus cabello. Aquella pequeña le recordaba a Imaushi.

Sabe que estuvo distante de su hijo, pero de vez en cuando, cuando sus ojos se cierran puede verse al él, sentado en el jardín del palacio y aun costado de él, no muy lejos una pequeña presencia, que por muy extraña que le pareciera, parecía iluminar el palacio con su presencia.

Cuando se separo de la pequeña, por un momento vio a Imaushi, pero sabia que era una simple ilusión.

— Dime, ¿sabes cuál es tu nombre?

— E-emma.

—Hola Emma, te parece bien que desde hoy yo te cuide.

Emma sólo asintió y se lanzó de vuelta a los brazos de Chifuyu.

Emma sólo asintió y se lanzó de vuelta a los brazos de Chifuyu

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Emma crecía aún ritmo bastante bien, pero para Chifuyu era rápido, en un parpadeo Emma ya tenía 15 años. Era toda una señorita, bastante hermosa, a cualquier lado que iban la gente se giraba a verla.

Chifuyu estaba orgulloso, y esperaba grandes cosas de ella, aunque en el fondo temía que Emma se fuera de su lado.

Fue un día cuando Chifuyu encontró a Emma hablando cómodamente con un joven soldado humano, ella no se dio cuenta de la presencia de él. Esa noche Chifuyu decidió dejar el pueblo, ese humano no era suficiente para ella, nadie lo era.

Emma descansaba en una posada, mientras Chifuyu observaba el lugar desde una colina en lo alto, lo suficientemente lejos del pueblo, pero también lo bastante cercas para percatarse de cualquier extraño movimiento. Un ruido proveniente del bosque lo alertó.

— Parece que hoy será una noche agitada.

Chifuyu se giro para enfrentar a su enemigo cara a cara, pero cuando por fin la silueta que se veía difusa en el bosque tomó forma, Chifuyu se congelo. El aroma a ébano, adhiriendose a su piel, hasta lo más profundo, quemando. La luz de la luna iluminó el rostro de Baji, su cabello tan rebelde como siempre, bailando con el viento. Chifuyu al verlos solo pensó una cosa.

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