Capítulo 2: Caótico

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Los días posteriores al escandalo de Ezeiza, nombre elegido por ella y Julián para referirse al incidente, resultaron ser caóticos. Caóticos para su vida, pero ordenadores para su cabeza. La mudanza de todas sus cosas desde Paris a Argentina la mantuvo entretenida, en el tiempo que comenzaba a buscar departamento mientras decidía parar en la casa de su hermano por un tiempo.

Demasiado. Mucho. Volver a vivir con Julián era aterrador. No solo por la forma en la que el castaño la interrogaba con la mirada en cada segundo, sino también por el hecho de que ya no tenia diecisiete años. Y su hermano tampoco era un niño. Aunque, para su defensa, su casa no era ni un ápice del lugar donde habían convivido al llegar de Calchín a Buenos Aires. Una gran mansión la recibía esta vez, con muchísimas habitaciones, sala de juegos, biblioteca y gimnasio. Estaba acostumbrada, no era nuevo. En Paris las comodidades eran las mismas, pero algo de todo eso siempre la había incomodado.

El timbre sonó después de acomodar la quinta caja que había llegado por correo. La inquietó un poco estar sola, Julián está entrenando y que ella recuerde no le había indicado que nadie vendría. Nadie sabia que ella se encontraba allí todavía, había sido todo demasiado rápido como para también informarlo a alguien y el miedo a ser descubierta de esa manera le despertó varias alarmas. Dudó algunos segundos antes de dirigirse a la puerta, pero luego de mirar por la mirilla, la emoción la inundó completamente y no tardo nada en abrirla con entusiasmo.

- No puedo creer que seas vos - Gritos efusivos, un abrazo intenso y saltitos de energía.

Clara no podía decir que tenía muchos amigos. De hecho, tenia pocos. Muy pocos. Podía contarlos con una mano y era algo que en cierto punto no le pesaba. Si la familia no se podía elegir, los amigos eran los únicos vínculos que Clara creía poder controlar. Eran la familia que uno elige, quien te cuida, quien te quiere, quien te aloja. Y Agustina, sin dudas, era su familia.

- ¿A vos te parece que me tenga que enterar por el tarado de tu hermano que estas en Buenos Aires?

Las risas fueron inmediatas y de vuelta su abrazo. Agustina era rubia, alta, flaca y de ojos marrones profundos. Se conocieron en el colegio secundario, lugar donde ninguna de las dos parecía encajar del todo por lo que al conocerse decidieron ser el refugio una de la otra. Y cuanto lo habían sido. Agustina la acompañó siempre en cada decisión, en cada paso y en cada error también. Era risueña, con un carácter fuerte y sumamente espontanea, cosas que Clara admiraba sin dudas. A ella le costaba demasiado ser genuina, por eso cuando lo era, explotaba.

- ¿Te llamó Julián? - una risa acompaño la pregunta. Agustina rodó los ojos, a la vez que asentía con rapidez. Ambas ingresaron a la casa, encontrándose con el desorden de cajas y objetos de la menor de los Álvarez.

- Si, mencionó algo de un brote psicótico en el predio de Ezeiza. ¿Qué carajos te trajiste de Paris? - Agustina comenzaba a examinar las muchas cosas de la otra chica que decoraban el living de la casa. Eran demasiadas. ¿En qué momento Clara había adquirido tantos objetos? Desde ropa, hasta algunas cuestiones decorativas. Todo estaba embalado a la perfección. - ¿Para qué necesitas estas cosas?

- Una pregunta a la vez - suspira - Leandro envió todo, la mitad ni siquiera es mío. No lo sé, supongo que se culpa de hacerme la cornuda de América y decidió darme todo lo que alguna vez dije que era lindo.

Agustina le clavó entonces la mirada con preocupación. Julián la había llamado el día anterior, la voz del cordobés no la dejó tranquila. Angustia, miedo, Clara no hablaba, no decía nada, no quería que él la ayude en ningún tramite y ya buscaba departamentos lo suficientemente lejos de su casa. Agustina lo escuchó desesperado, lo cual la desesperó también. Pero le llevo tan solo unos segundos ver a Clara para notar la razón de la preocupación de Julián: lucia abandonada.

Claroscuro - Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora